viernes, 26 de julio de 2019

LA COMUNICACIÓN Y LA INCOMUNICACIÓN


Buena imagen para un tema sobre la comunicación de unos y la incomunicación de los otros. Le dediqué hace mucho un breve comentario que ya no recuerdo, y no quiero buscarlo para que no ejerza ninguna influencia y me lleve por los mismos derroteros, que ignoro cuáles fueron. “Se hace camino al andar... y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar”. Pisemos de nuevo nuevos caminos.
Las esculturas de los adultos nos hablan de la incomunicación, con el soporte tan liviano como el de una especie de red de alambre, pero de significado tan poderoso, están encerrados en sí mismos, dándose la espalda y la mirada sin horizonte alguno, perdidos en el ovillo de sí mismos.
Las del niño y la niña están hechos con material más sólido acompañando a un sentido en positivo sobre la comunicación, y se los ve con hambre de mirarse, relacionarse, salir de la cárcel montada de los adultos, ¿sus padres?, que por fortuna no quieren reproducir, ellos están llamados a la risa y la alegría y hacer de la vida juego, poder calmar el hambre de la compañía y saber pasarlo bien con apenas nada, y desnudos como los hijos de la vida intentar dar los primeros pasos de la relación y el encuentro.
En los adultos no se vislumbra posibilidad alguna de enmendar la plana, están demasiado enmierdados y les va a costar Dios y ayuda para salir de su ostracismo, su antiguo amor convertido en odio puro y duro, el haber llegado a convertir su vida en un disparate y un sinsentido.
En los niños, al contrario, a poco que se les apoye y se les abra una pequeña salida saldrán dispuestos, no a comerse el mundo, para qué, ni lo piensan ni lo necesitan, solo les basta un trozo de tierra, poder hacer unos montones con la arena, si cerca hay algún charco puede resultar la dicha completa, y pocas cosas más: unos palos, unos cantos rodados, la sombra de unos árboles, unas flores silvestres, un bosque cercano y se crearán los reyes de de este pícaro mundo, los príncipes, sin necesidad de saber qué es eso, porque lo son, aunque no lo sepan, y sin plantearse el tema de la comunicación, la felicidad, por qué están ahí y a dónde el camino irá, son, están, se sienten a gusto estando juntos y no necesitan nada más. Ay, ese paraíso perdido de los adultos.
En los adultos, después del infinito y cansino blablablá, habiéndose dicho lo decible y lo indecible, ya no tienen nada que contarse, se han dado la espalda y el juego, la risa, el apoyo común, la amistad, el amor, la camaradería... ya ni les dice nada ni tienen meta alguna por la que luchar. Les queda rumiar a solas su soledad y el desierto en el que han convertido sus vidas. Y esta ya sabemos que muchas veces termina mal, muy mal.
Aún estamos a tiempo, siempre lo estamos, hagamos lo imposible para que estos dos niños no conozcan ese futuro adulto tan inhóspito y macabro de lo que pudo ser y ya han decidido que no sea. Existe la esperanza. Y la historia no tiene por qué terminar siendo como el tema central de la espléndida obra de teatro de Antonio Buero Vallejo “Historia de una escalera”.
Claro que ¿quién sabe?, acaso el niño y la niña son el niño y la niña que va con ellos a todas partes, porque son el niño y la niña que todavía son en el fondo, y entonces la esperanza está al cabo de la calle. Menos mal. Pero si no... muy mal, ciertamente.
... Y en estas, no puedo por menos de ir a lo que en estos días estamos pensando muchos, y doliéndonos de que el PSOE y Unidas Podemos sigan incomunicados, rotas las negociaciones y fallida la investidura. No deja de ser una tragedia y da pena.
... Para pasar el mal trago te invito a escuchar esta preciosa melodía: https://youtu.be/-XTAK0avUEw

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