viernes, 17 de mayo de 2019

CAMINO DE GREDOS


Fue un enorme acierto, camino de Gredos, hacer una parada en La Dehesa de Garoza, en el municipio de Muñogalindo, a 16 Kms. de Ávila, para descubrir y deleitarse en una obra espléndida del gran pintor vasco Ibarrola. Alguien que había propuesto la parada temía si encajaría la pintura en el monte y se le habría respetado como es debido. La sorpresa fue grande por la conjunción y simbiosis perfecta: gana el monte, triunfa el arte y la roca agradece la compañía, porque la armonía es grande, es sinfonía de colores, es arcoiris en la piedra, es una dulce y sugerente invitación a la imaginación para gestar múltiples lecturas. Se agradece esa hora, perdidos por el monte y maravillosamente encontrados entre la naturaleza y el arte perfectamente avenidos.
Recordé ese otro museo impresionante al aire libre, pero en un entorno urbano, del escultor Vigeland, en Oslo.
Sin olvidar la vista panorámica del Valle de Amblés, y sin dejar de admirar al grupo numeroso de adolescentes, profesores y padres y madres que, cuando nosotros salíamos, todos ellos entraban a enfrentarse con el encuentro feliz de la naturaleza y el arte en gozosa armonía, insisto.
Pero había que seguir, porque nos esperaba la convivencia, diremos que casi sin igual, de cinco parejas de largo recorrido en estas suertes, con las viandas necesarias, ¿decimos que suculentas?, dicho queda, para pasar tres días en una casa rural que tuvimos la suerte de ser magnífica: La Casona de Hoyos del Collado, y el deseo de pasarlo y hacerlo pasar lo mejor posible, siempre como testigo a la vista el pico de Almanzor nevado - qué atracción tan constante la altura y la nieve - al que había subido y acampado a orillas de la Laguna Grande y hecho, entre otras, la ruta de las Cinco Lagunas, este que suscribe, hace la tira de años, probablemente 60. Volaban los recuerdos. En estos tres días de casa rural y campo abierto y único, la memoria no dejaba de trajinar a su aire, dado que fue la primera gran salida con cuatro compañeros de estudios y un profesor muy abierto en aquellos años de seminario y sacristía. Una experiencia fuerte de juventud en contacto con uno de los rincones más potentes y prodigiosos de la geografía española: El Circo de Gredos, el Pico de Almanzor, las Cinco Lagunas. Arenas de San Pedro.
Se aprovechó bien el tiempo en unos lugares ricos para el paseo y el descubrimiento siempre de rincones apetecibles y dignos de ser admirados: el cauce del Tormes en sus inicios con cascadas: Las Chorreras; enormes rocas y paredes de granito: El Pozo de las Paredes, impresionantes bloques de piedra para deleite de cámaras y móviles; el agua, limpia y clara y la corriente serpeante y deliciosamente cantarina. Un placer para la vista y los sentidos. ¿Con qué ganas de volver al Circo de Gredos, meter los pies en la Gran Laguna y subir al Almanzor y poder pasar por el gran nevero, ay, ya inexistente. Pero la edad no perdona ni a mis amigos y amigas bastante más jóvenes, mecachis en la mar.
No puedo, por goloso; ni debo, por educado, pasar por alto el detalle de Pilar, la dueña de la Casona, al sorprendernos después de la cena del sábado con una abundante bandeja de riquísimas hojuelas con miel, recién hechas.
Hubo una guinda sobre la tarta: una comida de celebración a la vuelta en un hermoso entorno, en el Restaurante del Hotel Palacio de los Velada, en Ávila. Un placer y un honor. Como una boda y, aunque no estábamos de boda, lo celebramos.

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