lunes, 20 de mayo de 2019

ALGO MÁS QUE CANTOS RODADOS


Son cantos rodados, muy distintos de los utilizados otras veces: más vastos, más pobres, más austeros, a los que en su día, hace ya unos años, dediqué un comentario de los míos, y pareciera que son hermanos gemelos, pero radicalmente diferentes en lo que nos transmiten, unos y otros, obra del escultor sirio, Nizar Ali Badr. A estos de hoy les sonríe la vida y nos hace sonreír, mientras que en otros cuadros el escultor nos metía la angustia en el alma, pues sus escenas son de maltrato y brutalidad, opresión, tortura e injusticia del mundo, aunque, a su vez, supo regalarnos escenas de inmensa alegría, fraternidad y compasión.
Hay que detenerse bien hasta en los más insignificantes detalles, porque hay todo un relato, con todo lujo de sugerencias, ¡y no son más que cantos rodados! Van de romería, de fiesta, se nota en el aire que llevan, en el colorido de sus ropajes, en los arrumacos de las parejas, en la mirada tiznada de envidia del solitario, a pesar de lo cual sirve para poner armonía en el cuadro. Porque envidiable es ver que esas dos parejas, rodeadas de niños, van como el primer día que se dijeron definitivamente sí, que el uno estaba prendido de la otra y la otra del que iba a ser su hombre para siempre, y los niños van ensimismados en cuanto ven sus ojos y encandilados por lo que esperan. Y son cantos, no se debe olvidar, pero la piedra, ya se sabe, en las manos de un artista consigue el milagro; piedra era, o mármol, da igual, como Miguel Ángel, lo mismo que los grandes que le precedieron: los griegos, por ejemplo, y bastante más allá, hasta los que han seguido sus huellas, que son multitud. Si bien este artista estaría enmarcado en el movimiento del arte povera (pobre). El término arte povera (del italiano arte pobre) es un movimiento de los años 60 del siglo pasado, cuyos creadores utilizan materiales considerados pobres, como madera, hojas o rocas, vajilla, telas, carbón o arcilla, o también materiales de desecho que carecen de valor.
Asimismo le dediqué en su día un artículo a una artista que me impresionó, la escultora británica Heather Jansch, que con materiales de desecho abandonados, palos nada más, lograba unos caballos fascinantes. Caballos tenían que ser para pasar a ocupar un sitio predilecto en mi cuadra de caballos.
Pero volvamos a la imagen-escena viajera y desenfada para preguntarnos algo tan elemental como esto: ¿Siguen siendo cantos rodados después de haber pasado por el arte y la magia del artista? Claramente no, porque detrás están las manos de quien ha sabido dotar a la piedra de espíritu, de relato..., se nos cuenta algo, hay vida entre las piedras, logran una unidad, una nueva realidad espléndida, nos están hablando, van de fiesta y llevan dentro el alma de la fiesta, son fiesta, puro sentimiento y honda emoción. Diríase que no necesitan palabras, y que esta imagen vale más que mil palabras, pero ya sabes que yo me niego, porque todos podemos hilvanar una historia que le da más vida aún, más colorido, más emoción y hasta un sentido más profundo. La imagen gana con la palabra y la palabra se enriquece con la imagen, que hace enmudecer a la palabra, que ayuda a que la mudez de la imagen cante, que el canto mudo de la piedra logre melodía y ritmo con la palabra lúcida y sonora, que...

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