Parecía que todo estaba perdido:
tronchado, caído y derrotado, y faltaba la etapa más hermosa. Nadie daba
ni un solo céntimo por su vida, porque no era más que pasto de las
llamas o para que hicieran hileras las hormigas mientras iba perdiendo
todo su verdor, su fuerza y su impulso hacia lo alto. Y no se necesitó
más que volviera de nuevo la primavera generosa en lluvias, un simple
empujón a tiempo cuando más hundido estabas, para que te levantaras y comenzaran
a brotar los primeros brotes, la más ligera ilusión y una leve
esperanza de que aún no todo estaba perdido y el milagro de la vida,
renaciendo de sus cenizas, hiciera el resto: todo un árbol con la fuerza
de sus nuevas ramas como troncos erguidos hacia el cielo y una vida por
delante haciendo de las suyas, levantándose, aupando a los otros,
compartiendo, celebrando la alegría de vivir o como escribió Hemingway
de uno de sus personajes femeninos: “Conoció la angustia y el dolor,
pero no estuvo triste una mañana”.
Cuando el mismo Hemingway, en
1950, publicó “Al otro lado del río y entre los árboles”, la crítica
dijo que estaba acabado, tenía cincuenta y un años. Pero él no era de
los que se rinden fácilmente y escribe su novela más famosa, “El viejo y
el mar”, en 1952, para demostrar que no estaba acabado. Dos años
después le conceden el Premio Nobel. El escritor catalán Enrique
Vila-Matas lo recuerda en muchas de las páginas de su novela “París no
se acaba nunca”, el retrato de los dos años que estuvo en París
queriendo ser el doble del escritor americano, entre otras cosas, y
recordará la frase que leyó muchas veces en la buhardilla que le
alquilara la escritora francesa, nacida en Saigón, Marguerite Duras: “El
hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destrozado,
pero no derrotado”, dos frases que se leen en “El viejo y el mar”, la
novela del coraje de un viejo pescador frente al fracaso.
Volvamos al árbol de donde partimos.
Un árbol, tú y yo, cuando todo estaba perdido, ¿o no? porque faltaba
parte de lo mejor: nacer y renacer de nuevo en primavera... ¿quién habló
de rendirse? Vamos allá, como ese árbol, a esperar otro milagro de la
primavera que cantara Machado al olmo casi seco.
lunes, 29 de abril de 2019
... Y PARECÍA IMPOSIBLE
Nota no tan al margen: ... Mereció la pena ir a votar.
Publicado por
ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ
en
14:38
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