lunes, 29 de abril de 2019

... Y PARECÍA IMPOSIBLE


Parecía que todo estaba perdido: tronchado, caído y derrotado, y faltaba la etapa más hermosa. Nadie daba ni un solo céntimo por su vida, porque no era más que pasto de las llamas o para que hicieran hileras las hormigas mientras iba perdiendo todo su verdor, su fuerza y su impulso hacia lo alto. Y no se necesitó más que volviera de nuevo la primavera generosa en lluvias, un simple empujón a tiempo cuando más hundido estabas, para que te levantaras y comenzaran a brotar los primeros brotes, la más ligera ilusión y una leve esperanza de que aún no todo estaba perdido y el milagro de la vida, renaciendo de sus cenizas, hiciera el resto: todo un árbol con la fuerza de sus nuevas ramas como troncos erguidos hacia el cielo y una vida por delante haciendo de las suyas, levantándose, aupando a los otros, compartiendo, celebrando la alegría de vivir o como escribió Hemingway de uno de sus personajes femeninos: “Conoció la angustia y el dolor, pero no estuvo triste una mañana”.
Cuando el mismo Hemingway, en 1950, publicó “Al otro lado del río y entre los árboles”, la crítica dijo que estaba acabado, tenía cincuenta y un años. Pero él no era de los que se rinden fácilmente y escribe su novela más famosa, “El viejo y el mar”, en 1952, para demostrar que no estaba acabado. Dos años después le conceden el Premio Nobel. El escritor catalán Enrique Vila-Matas lo recuerda en muchas de las páginas de su novela “París no se acaba nunca”, el retrato de los dos años que estuvo en París queriendo ser el doble del escritor americano, entre otras cosas, y recordará la frase que leyó muchas veces en la buhardilla que le alquilara la escritora francesa, nacida en Saigón, Marguerite Duras: “El hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destrozado, pero no derrotado”, dos frases que se leen en “El viejo y el mar”, la novela del coraje de un viejo pescador frente al fracaso.
Volvamos al árbol de donde partimos.
Un árbol, tú y yo, cuando todo estaba perdido, ¿o no? porque faltaba parte de lo mejor: nacer y renacer de nuevo en primavera... ¿quién habló de rendirse? Vamos allá, como ese árbol, a esperar otro milagro de la primavera que cantara Machado al olmo casi seco.


Nota no tan al margen: ... Mereció la pena ir a votar.

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