jueves, 11 de abril de 2019

CUANDO LAS PALABRAS LAS CARGA EL DIABLO


Cuando las palabras y los conceptos los carga el diablo debemos ponernos a temblar, que es lo que ha pasado en los Juzgados en donde se ha derivado, ay, eso de las derivaciones, miedo me dan, a veces, porque me suena a Pilatos lavándose las manos, en este caso para que pase a ser juzgado Ángel Hernández por haber ayudado a su mujer, Mª José Carrasco, a bien morir y dejar esta vida que ella misma no quería ya seguir aguantando, porque era un suplicio insoportable y todo lo que se quiera menos vida digna. Y así la inhibición de una jueza a instruir el caso para pasarlo a que se juzgue como violencia de género me suena a una prostitución grave del lenguaje y los conceptos, porque una inmensa mayoría de españoles está (estamos) en que no solo no ha habido violencia de género, según nuestro humilde y sabio entender de ciudadanos de a pie, pero con sentido común y la humanidad y la sensibilidad a flor de piel, en donde lo sucedido lo entendemos como un acto sublime de amor de un hombre que cuidó a su mujer durante treinta años, y al final, tras una enfermedad absolutamente irreversible, la ayudó a dar por finalizada esta vida tal y como ella misma había decidido, en pleno uso de sus facultades mentales, y prestó sus manos, qué menos, que es lo que prácticamente todos haríamos en esa situación, y creo que hasta los más beatos y recalcitrantes.
Lamento, además de no entender, que la titular del Juzgado de Instrucción haya hecho esa derivación conforme a una sentencia del Supremo decidida el pasado diciembre: que toda violencia de un hombre contra su mujer es agresión machista. Con todos mis respetos: ¿Seguro? ¿El acto de Ángel Hernández fue una agresión machista contra su mujer? Por favor, por favor por favor.
Y acudo una vez más a mi maestro, el profesor y filósofo, Emilio Lledó, que viene en mi auxilio para poner los puntos sobre las íes sobre el uso y abuso del lenguaje: “El lenguaje y el sentimiento siguen siendo los conceptos sustentadores de todo humanismo”, para empezar a ambientarnos no está mal. La palabra como sustentadora ser hombre y mujer. Pero hay que seguir: “Frente al lenguaje del mito, de lo de “siempre así”, la cultura griega descubrió lo “todavía no”, la duda, la reflexión, el mundo inabarcable de las opiniones de los mortales”. Y somos los mortales, todos, los que debemos cargar de lucidez y bonhomía las palabras y los conceptos para que sean base y fundamento de nuestra sociabilidad y humanismo. Y como no hay dos sin tres, repasemos una última cita de este océano inmenso por el que navega como pocos el sabio y maestro Lledó: “El diálogo entre los hombres se constituyó en método, en camino, en análisis del sentido y resonancia de las palabras. Esta gimnasia interior, fruto de la reflexión sobre las palabras, planteó una serie de perspectivas que serían fundamento de la democracia y expresión de libertad”. Naturalmente, porque cuando dejamos que el diablo cargue las palabras y los conceptos, el debate civilizado y la reflexión elemental guiado por la mente, ojo, el diablo no está fuera, ni es un señor de las alturas o de las profundidades, está en nosotros, no nos despistemos una vez más, nos estamos cargando la democracia, la convivencia y la buena armonía entre ciudadanos, llamados a convivir, y no confundir nunca más actos de amor con actos de violencia machista.
Ya sabes, el lenguaje tiene unos principios fundamentales: la verdad, el bien, la belleza y la justicia, “los hilos que tejen el tamiz donde se hace presente el ideal de la humanidad”. No, por favor, no, que ni las palabas ni los conceptos los cargue el demonio. No, por favor, no, el acto de amor de Ángel Hernández no puede ser un acto de violencia de género, lo diga el Supremo o María Santísima. Bueno, menos mal que la responsable de la Fiscalía ha dicho ya que este caso está alejado de la violencia de género y no deberá confundirse. Menos mal.