sábado, 16 de marzo de 2019

¿RECORDAR CON ALEGRÍA A LOS MUERTOS?


Sigo todas las columnas de la periodista y escritora argentina Leila Guerriero con interés, y la última, titulada “Claudio”, igualmente, si bien, disiento en gran parte. Comienza el artículo así: “Dicen que hay que recordar con alegría. Yo no puedo”, Y se la dedica, a modo de necrológica, a Claudio López de Lamadrid, recientemente fallecido, muy admirado y querido, quien fuera director de una gran editorial, Random Hause Mondadori, para terminar de esta manera: “Díganme cómo se puede recordar con alegría cuando se muere un hombre así”. De entrada nada que objetar si ella no puede recordarlo con alegría, cada cual gestiona sus emociones y sentimientos a su manera y como buenamente puede, pero yo me atrevería a decir que es posible, más aún, habría que hacer hasta lo imposible para que pueda recordarse hasta con alegría, lo que me parece más hermoso, positivo y sano. Y disiento porque en la vida de ese personaje que ha sido, parece ser, un ser extraordinario, más a mi favor, quiero decir a mi humilde tesis, de que son infinitas más cosas las dignas de celebrar con alegría que la muerte ocurrida en mal momento, sabedores que nunca es buen momento para largarse de este mundo, a no ser en caso de deterioro integral, en cuyo caso habría que abrir la puerta a la eutanasia para el que libremente quiera salir, por mucho que el cardenal Cañizares se oponga. ¿Y por qué no se opone a otras cuestiones atroces? “Díganme...” dice la escritora, Leila Gerriero, pues, sí, humildemente le digo que deje pasar un tiempo y que después se fije en los grandes momentos que ha disfrutado con él, los libros que ha tenido a bien publicar con tan buen tino, los grandes méritos para ser recordado con emoción y devoción por todos sus amigos y cuantos le han conocido. Una vez me veo obligado a citar a mi inolvidable Eleonor Coppola: “Cuando pierdes un hijo, debes celebrar la vida. No puedes usar el dolor como escudo. Hay que celebrar su memoria, su presencia entre nosotros”. Pues eso mismo le diría a mi admirada Leila Guerriero. ¿Difícil? Seguro. Pero no se trata de que sea fácil o difícil. Es el mejor camino. El otro conduce a la nostalgia, a la tristeza y a las sombras, sin salida a ninguna parte, además de ser injusto con quien en su vida dominaron las luces muy por encima de las sombras.
Tengo dicho que recordar a mis padres no creo que les haga bien, sino que me hace mucho bien a mí: su presencia, su luz, sus enseñanzas y sus virtudes..., porque ¿para qué recordar sus defectos y sus miserias? No me da la gana. Soy yo el que elige y elijo lo mejor y lo que me hace más bien y lo celebro y su luz y su calor, como una caricia, me siguen llegando a través de mis recuerdos, de mi memoria agradecida y puesta en pie. Y si me dices que no es lo mismo cuando se muere un hijo en plena juventud, te diré que esperes lo prudencial, el tiempo necesario de todo duelo, y seguiré repitiéndote el bellísimo consejo de Eleonor Coppola, aunque comprendo tu dolor.
¿Recordar con alegría a los muertos? Pues claro que sí. Y si quieres mejor, con una gran paz en el corazón que suena a pura alegría.

No hay comentarios: