viernes, 1 de marzo de 2019

CUMPLIENDO LOS 80


Me ve con una montaña de años y me veo bien. Me explico, acab de cumplir los ochenta, ¿o no son años? y sin embargo, no es que me vea un chaval, pero sí con veinte o treinta menos, sin exagerar ni un pelo. Quiero decir con ello que vivo sin vivir en mí: la biología me engaña, mientras que la mente, los sentimientos y las emociones me reconcilian conmigo mismo y lo que más quiero y está muy lejos de los años de un viejo al que no reconozco ni de coña. Este es el problema, que no deja de serlo, algo así como un extraño desajuste. A veces no me salen algunas palabras en la conversación y hasta se me olvida el nombre de muchos conocidos de muchos años y me pasa, como a ti, que vas a la cocina a buscar algo y no te acuerdas de lo que te llevaba allí, hasta que pasa un ratito y te viene a la memoria para que no te hundas del todo, y ya no subes las escaleras, como antaño, de dos en dos, y a toda prisa, y al levantarte de la cama algún hueso no está lo suficientemente ajustado y ni siquiera decentemente engrasado, o no te sientan del todo bien las tostadas y no digamos el café que siempre te ponía a tono y ahora te lastima algún rincón perdido del estómago, que tras aquella infame operación de hace ya más de cuarenta años te visita con secuelas impertinentes... y así hasta casi el infinito, (para no hablar de eso que tenemos siempre en la punta de la lengua los hombres, pero para qué si ya se ha perdido todo el poderío, aunque sigue fuerte el deseo y sabrosa la imaginación teñida de fantasía, y que no se apague, por Dios); pero desde la sinceridad más rabiosa, debo decir que nunca me ha funcionado mejor la mente, dentro de lo que cabe, aunque quepa poco; que las décadas de los sesenta y los setenta han sido más plenas y satisfactorias que las anteriores, sin comparación; que nunca he tenido tanta facilidad en la lectura y la escritura, dos pasiones que siempre me han acompañado y que ahora están hacienda piña apretada y jugosa; que voy a las sesiones semanales de Ventana Abierta y de los talleres de escritura con no menos entrega y entusiasmo que la primera vez, como cuando me pongo a escribir estas mis cosas, aunque con muchas más tablas, pero con el nerviosismo feliz de los primeros días de querer quedar bien y hacerlo con dignidad. Lo he dicho ya alguna vez y lo volveré a repetir que de las actividades más satisfactorias de mi vida.
Como me tocó en suerte trabajar con las personas mayores los últimos veinte años de mi vida activa, creo que aquello me preparó para vivir esta etapa estupenda de la jubilación de la manera más activa, y si en algunos momentos es pasiva no pasa nada, puedes permitirte ese lujo disfrutando, como un marqués, no pegando un palo al agua y contemplando con los ojos cerrados y felices, para tocar los cielos con las yemas de los dedos, cómo pasa la vida tan callando o tan alborotada. Y habrá que darse prisa en aprovecharla al máximo porque después vendrán los últimos años que suelen alargarse en demasía con una vida que ya tiene poco de vida digna de ser vivida, pues si no eres más que un vegetal, eso ya no es vida humana, es otra cosa, ay.
Pues eso, que no me quitaré ni un día, 80 tacos, no sé si bien cumplidos, seguro que no, porque hubo muchas sombras, no nos vamos a engañar, lo que no quiere decir que no esté felizmente obligado a celebrar los ochenta como mejor se pueda y echando alguna cana al aire brindando con los más míos y con mis mejores amigos y mis más entrañables amigas. ¿Alguna cana al aire he dicho? ¡En qué estaría pensando! Déjalo. Os debo un café.

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