lunes, 25 de febrero de 2019

NIÑA SUCIA, NIÑA BELLA


De nuevo me retan mis amigos Josean y Nines, a exprimir la esencia de esta fotografía, y ya les he dicho: no me tentéis, no me tentéis, que me conozco. Y si en lugar de la Purísima sale San Antón vosotros sois los culpables.
Y aquí estoy para darle color, si se puede, a los mil colores que adornan esta imagen y las mil preguntas que tú y yo en un santiamén nos haríamos con facilidad. Ya quisieran, para sí, muchas bellísimas princesas, esa belleza en la mirada y esa generosidad que es toda una oferta a la cámara y sobre todo a quien quiera mirarla. No es que tenga mucho valor, y además está a punto de ajarse esa margarita, pero cuando uno da lo que tiene, desde una miseria que habla por los dedos tan sucios y unas uñas roídas por la tierra tal vez trabajada a deshora y a destiempo, lo poco se convierte en el mayor de los dones más valiosos.
Lo vengo diciendo por activa y por pasiva, como muchos más, que no pretendo arrogarme el título único de propiedad: este mundo no está bien hecho, no lo estamos haciendo bien en el momento que hay niñas, como esta, con las uñas destrozadas y de esta manera. Y aun así no se esconde en su mirada odio y tristeza, rencor y deseos de venganza, quizá es que todavía está en el lado de la inocencia en donde los años no han arrasado la ternura y la conserva todavía fresca para mostrárnosla desde la profundidad de la mirada más limpia y una media sonrisa sin malicia alguna, ofreciéndonos un puñado de deseos e invitándonos a contemplar la belleza que ella ha descubierto y nos la muestra como la diosa que es desde su infierno de latones por paredes y cochambre por los suelos y rincones. Recuerda que así iba la “Mujer con alcuza” del poema grandioso de Dámaso Alonso, como una semidiosa con su vasija.
Mi amigo Enrique, artista en fotografía y otras artes, me haría ver la nitidez del centro de la imagen en un enfoque selectivo y el contraste con el resto desenfocado, para dar valor al gesto elegante de gran dama al mostrarnos la flor y tal vez regalárnosla.
Gracias, niña sucia-niña bella-niña cielo, por esa mirada que vale más que todos los mundos unidos, más esa flor signo de belleza y armonía y esas manos que gritan al universo la injusticia de esta tierra infectada y maldita. Todos los gobiernos del mundo no valen un pimiento si no saben o no quieren o nos le da la maldita gana de darle a esa niña una oportunidad para poder mostrar lo que lleva dentro de un valor infinito. No hay más que verle la mirada y el gesto de esa mano. Y eso dos detalles no engañan.
Gracias, niña bella-niña generosa.

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