lunes, 4 de febrero de 2019

EL ARTE DEL SILENCIO


“En el arte de la oratoria evitamos los gritos, cultivamos la elipsis y, sobre todo, damos una extrema importancia a las pausas.” Esta es una perla de Junichiro Tanizaki en el Elogio de la sombra, robada por mi amigo Luis Alonso y que yo asimismo le he robado para hilvanar pensamientos y palabras a mi aire y al hilo de mi devaneo.
Si ponemos al lado de oratoria: debate, conversación, escritura y la vida en general, ampliamos la mirada y le damos mayor contenido a la cita. Con los gritos no vamos a ninguna parte y es el argumento cuando el que los perpetra no tiene ningún argumento donde asirse. Es el “y tú más”, y el “pues anda que tú”, el argumento “ad hominen” que es propio de los que no tienen argumentos o no saben razonar, y dejar el paso abierto al palo y a la violencia, ya que el grito es la puerta abierta a la rabia y a todo aquel que pone las vísceras en el lugar privilegiado del cerebro.
Evitar los gritos y al tiempo cultivar la elipsis o la eliminación de todo lo que es innecesario. Algo obsesivo en mis talleres de escritura creativa, porque tendemos a ahuecar el pensamiento, dar demasiados rodeos, en lugar de ir al grano y por el lugar más recto para llegar a donde nos hemos propuesto. La elipsis tiene grandes beneficios y ventajas, por ejemplo, hacer trabajar al interlocutor y facilitar al lector una actitud permanentemente activa y creadora, hacernos detener cuando hemos cogido una carrerilla que no lleva a ninguna parte y perdemos así el lujo excelente de la sobriedad y la lentitud ante lo hermoso. Si evitamos los gritos, cultivamos la elipsis y damos una exquisita importancia a las pausas estamos construyendo el edificio que nos ha mostrado el famoso escritor y ensayista japonés.
Las pausas son esenciales en todo discurso: marca el ritmo necesario, ayuda a la reflexión continua: en todo debate es imprescindible si queremos que en este la piedra angular sea el diálogo, “¿Tu verdad? No, la Verdad, / y ven conmigo a buscarla...” ya lo sabes. Para ello no hay más remedio que exponer cuanto desees, sabiendo que el otro también tiene plaza en el debate, es dueño de su palabra y debe ser escuchado con todo respeto aun cuando no se esté de acuerdo con él y no deba ser respetada su opinión, cuando se sale de madre, y aun en ese caso él debe ser respetado. Hay que marcar diferencias, si no estamos al cabo de la calle y en un sin vivir de forma civilizada.
Estoy escuchando, en estos instantes, cuando leo, releo y subrayo lo escrito, ya lejos de la concentración primera y necesaria, el Concierto para piano y orquesta Nº 1 de Chopin, y asisto al perfecto maridaje de silencios y sonidos maravillosamente engarzados, hechizado por el vuelo de la mano de la pianista marcando los silencios. En mis primeros años de seminario aprendí de la mano del maestro de capilla de la catedral de Zamora, don Julián de Arabaolaza, que la “música es el arte de combinar los sonidos con el tiempo de forma que resulten agradables al oído”, cito de memoria. ¿Quería decir el maestro que la música es el arte de combinar el sonido y los silencios?, creo que sí. Sonidos y pausas. Con motivo de la salida de su último disco, el entrevistador le pregunta a Amancio Prada -¿Qué música le pondría al momento que estamos viviendo? Y contesta esto: - El silencio. En una pieza musical lo que se dice, pero también lo que no se dice, tan importante, y las pausas que se hacen para poder respirar y que el que escucha, lejos de los ruidos, que impiden el pensamiento libre, haga suya la melodía, el discurso y vibre por dentro. El arte del silencio en la música... y en la vida.

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