lunes, 21 de enero de 2019

COMO EN CASA EN NINGUNA PARTE, PERO...


En una de las sesiones semanales que coordinamos mi amigo Xoan González y yo, de “Ventana Abierta”, en la Residencia de Ancianos de la Diputación, preguntábamos al comienzo del curso sobre los mejores momentos que habían vivido el verano pasado. Pues bien, quienes hablaron dijeron que las visitas que habían tenido de sus hijos y sus nietos. Es lógico, porque más que nunca se siente el frío en los huesos y hasta en el alma y se está con hambre de afecto, de besos y abrazos. Somos animales de sangre caliente, no se olvide, y lo olvidamos, ay, con harta frecuencia. Es lo que tiene. Por eso es tan comprensible lo que le manifestaba una señora de 100 años a Elsa Punset, experta en soledades, inteligencia emocional y más temas concomitantes: “Lo peor de la vejez es que nadie quiere abrazarte”.
Ya sabemos, sin excepción, que como en casa en ninguna parte, pero también reconocemos y no tenemos más remedio que aceptarlo que las Residencias para personas mayores son un mal menor, incluso las mejores, porque las hay que quizá dejen mucho que desear.
Por ello es tan necesario que se trabaje y se ponga en marcha, como ya lo están haciendo algunas, el Consejo de Familias, para que estas no se olviden de quienes tienen allí y estén al tanto de todo cuanto acontece. Xoan está trabajando en ello y me enseñaba hace días un proyecto muy bien pergeñado que están poniendo en marcha.
Queda mucho por hacer y todo será poco. Por ejemplo: Que las habitaciones no sean tan austeras y desnudas, que parecieran algunas un tanto carcelarias. Habría que animarles a que las decoren, tengan algunas plantas, libros, cuadros, fotografías de la familia y amigos. Despedirse de la propia casa no quiere decir que digamos adiós a todo cuanto nos ha rodeado y acompañado durante tantos años. La celebración de la vida al cumplir años, todos los meses están cumpliendo años en residencias de 200 plazas. Las fiestas de ahora que les lleven al recuerdo de las que vivieron en su infancia y en su juventud... Y precisamente por estar convencidos de como en casa en ninguna parte, todos los esfuerzos serán pocos, para que estas Residencias no sean solo la antesala de la muerte, sino la última etapa agradable, en cuanto sea posible, en donde una familia de iguales vive y aprende a convivir en paz, armonía y alguna ganas todavía de echarle, si no una cana al aire, sí un pulso a la última etapa de la vida.
Y si no lo saben, o quieren desentenderse o ignorarlo, ya lo saben, ya lo sabemos, los mejores recuerdos recientes, sin ninguna duda, son las visitas que les hacemos.
Nota no tan al margen: Lo que no obsta para recordar y hasta aprender el breve poema de Jorge Guillén, titulado “El mejor cuento de la tradición”, uno de los últimos poemas que escribiera, toda una joya literaria y humana:
“Ya la señora estaba agonizando.
Su confesor la ayuda a bien morir.
Debe de estar muy tranquila,
Nuestro Señor con los brazos abiertos la acogerá en su gloria.
¿Temores? No hay motivo.
Por fin,
dijo la vocecita moribunda:
Sí, sí, pero como en casa... en ninguna parte.
¡En casa! En este planeta”.

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