martes, 25 de diciembre de 2018

MIRADAS Y ABRAZOS


Tiene tela la foto si nos acercamos con los pies de puntillas y no dejando a un lado esa mirada que penetra hasta lo más profundo de las profundidades de todos los mares juntos y centra la imagen maravillosamente bien. Me da que el niño ha sacado su machito en ciernes y no hace otra cosa que medirse para dar a entender que él es mucho mayor y más alto y más todo, porque le saca media cabeza, que para él significa la cabeza entera. A ella le da igual todo eso, qué más da, parece decir, ser más alto, más fuerte, más hombre, más listo, si no entiende de esas chulerías y además le da lo mismo, pasa de eso, le basta que le quieran y que jueguen sin pegarse, sin hacer trampas y quedar para jugar al día siguiente y en el mismo lugar. Le basta esa ventana que le ha dejado el amigo para ver pasar la nubes, o los pájaros, o sus otras amigas, o su ángel que la está cuidando desde arriba o abajo del todo. Está intuyendo que de seguir así, de mayor, tendrá que pedirle a la vida, qué menos, “una habitación propia”, pues el mozo en cuestión no le está dejando espacio ni para casi respirar, los ojos lo dicen todo, y están deseando liberarse de esos brazos que no abrazan, más bien pesan, asfixian, empalagan. Por eso dice tanto esa mirada, y la cámara sabia ha sabido eternizar el momento y de qué manera.
Llegará a casa y su madre le preguntará de dónde viene y ella le dirá que de jugar en la calle y que Rubén, que así se llama su amigo, es mucho más alto que ella, pero que no le importa, porque han jugado mucho y que mañana más y eso..., y además ella lo veía todo, todo, todo desde la más grande de las alturas.
Por lo demás habrá que enseñarle al niño a abrazar. Tengo dicho en algún lugar lo que pienso de los abrazos y que ahora resumo: No es posible dar un abrazo sin recibirlo, ni recibirlo sin darlo. Te doy y me das, nos damos y nos abrazamos. Porque de lo contrario se rompe la baraja del juego de la amistad y el afecto. Y tanto la una como el otro quedarían en el aire y el abrazo, alelado, sin esencia ni significado alguno.
Ese niño en cuestión, ay, no sabe, quizá nadie le ha enseñado que hay que dejar aire libre entre los dos y hacerlo desde la misma altura, nadie más que nadie, nadie menos que los demás. Das y recibes. Recibo y doy. Ah, y no lo dudes, hay abrazos que valen más que una posesión, claro está. Si lo has probado, lo sabes. Como tantos otros gestos, muecas, pequeños detalles, la mano cálida sobre el hombro, el cuello, el antebrazo... y no digamos la mirada cuando se cruza con otra al unísono y similar intensidad, el aliento se paraliza y la eternidad hace su presencia. Los ojos de esa niña son un maravilloso espejo donde mirarse.
No estaría mal en estos días, que pintan copas, ensayar abrazos cálidos, interactivos abrazos de dar y recibir, como buenos animales de sangre caliente. Feliz Navidad.

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