martes, 2 de octubre de 2018

NO TE CONFUNDAS



No, no es lo que crees y lo que ves a primera vista. No es la muerte con su guadaña al hombro, porque se trata de la vida, aun cuando venga dura y tortuosa, personificada en una mujer rural de tiempos no tan lejanos.
Por eso mismo hay que mirarlo todo dos veces, o diez, lo mismo que hay que releer los grandes libros y no publicar cuanto se nos ocurre, a la de ya, ni siquiera leer a los amigos lo primero que te sale, sino corregir, volver a leer, tachar, pulir, volver a mirar, contemplar pausadamente para que todo lo visto inunde tus mares, detenerte y no tener prisa, porque todos los caminos llegan a Roma y solo hay que armarse de paciencia y pensar más en el camino, que tantas veces es lo más interesante, que en la meta.
La guadaña es un instrumento de trabajo y punto. Y menos para segar cabezas que no sean las de los cereales, la yerba crecida o las leguminosas en su punto. Y la mirada de esa mujer hacia la lejanía va dirigida a la tierra donde le espera la faena, y ¿quién sabe? pudiera ser tu misma abuela de la estirpe de la raza de abuelas que sabían llevarse el pan a casa, o la harina, porque ellas se encargaban asimismo de amasar, poner el horno a punto, “arrosiar” se decía en mi pueblo, también en otros de la Tierra del Pan de Zamora como Manganeses de Lampreana o Pobladura de Sotiedra y en muchos otros de Tierra de Campos, y esperar a que dorara la corteza.
Y no te pierdas la rectitud de esa mujer, erguida, los años todavía no han podido con ella y ya tiene el cabello del color de la nieve y en consonancia con esas nubes que navegan por el cielo. Sabe lo que se trae entre manos y luce con elegancia su porte, su forma de andar, su manera de ir por el mundo sin agachar la cabeza y el aire resuelto de si no comerse el mundo, sí hacer lo que en cada momento debe realizarse sin necesidad de filosofar e interpelarse en exceso, como tampoco la piedra o el árbol o la cigüeña se lo preguntan y se comportan desde la sencillez de su ser y estar en el mundo a secas. Así esas mujeres que levantaban la vida cada mañana sin darse la menor importancia, no sabían qué era eso de alardear e ir por el mundo sacando pecho y alborotando la calle sin venir a cuento. Eran trabajadoras, sin más, humildes a lo hondo y lo llano, porque de qué se iban a vanagloriar, si no había ningún motivo para ello. Lecciones que nos dieron y que quizá, ay, hemos olvidado, cagüen diez.
Así que quedamos en que esa imagen no es la estampa de la muerte, sino una mujer de armas tomar. Ya sabes, muchas veces, las apariencias engañan.

2 comentarios:

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