sábado, 14 de julio de 2018

EL CORDÓN UMBILICAL


Se nos dijo que había que cortar el cordón umbilical y ¡ay de nosotros si no lo hicimos a tiempo!, lo que no obsta para estar pegados a la piel y cogidos de la mano el tiempo ineludible, ¡es tan necesario y hermoso!, ¡tan hermosamente necesario! ¡Momentos que deberían eternizarse!
La foto pertenece a uno de los 100.000 negativos que su autora, la fotógrafa estadounidense, Vivian Maier, ocultó, como todos los demás, y no verían la luz en su vida. Solo, gracias al azar, al igual que los poemas de otra compatriota suya, Emily Dicknson, pudieron conocerse para sorpresa de los más exigentes amantes de la fotografía,
Pero volvamos a lo que nos sugiere esta imagen:
Me refería a la ruptura imprescindible del cordón umbilical por muy unidos a la madre que todos los seres de la creación hayamos estado y hayamos caminado a su lado con la mayor de las seguridades y el mejor de los cobijos. Ahí se nos está señalando, con meridiana claridad, la separación ineludible de dos vidas para nada paralelas.
La madre mirando al cotidiano mundo de su vida de mujer: cruzar la calle y seguir prendiendo en la memoria las mil y una tareas del día y sus afanes. O como el personaje de la última novela de Javier Marías, Berta Isla, a ella me ha llevado esta imagen, porque quién sabe si no está en similar situación de angustia porque su marido tampoco da señalas de vida. Año y medio y la desesperación se adueña de sus sentimientos: “Los hijos nos frenan a la mayoría de las mujeres, y por eso no lo confesamos, pero a menudo deseamos que no existieran y nos dejaran libres y en paz, que no hubieran nacido, que no pidieran sin cesar ni preguntaran sin cesar, que no dependieran de nosotras en todo... Lo que nunca deseamos es que mueran, eso nunca jamás”, dice Berta en momentos de confusión.
El hijo con la mirada perdida en el futuro que no acaba ni de vislumbrar porque solo ve y siente, por ahora, frío, miedo, inseguridad ignorando los cien mil peligros y obstáculos que se encontrará, así como los hermosos momentos que le deparará la vida, a buen seguro. No tiene madera de profeta y lo ignora todo, solo le hace feliz el roce de la piel de la madre.
Ella es de piel blanca, él de piel morena. Lo que nos habla del cruce de razas, que quisiéramos bien avenidas, gozosas de haberse encontrado y forjado una vida rica en amores y fuerte contra vientos y mareas.
A ella le diría: guarda ese calor que te está dando tu hijo para cuando te lleguen los fríos de la vida.
A él: nunca olvides la mano de esa mujer y cuanto significa, y que la delicadeza y la ternura sean el salvoconducto mejor para comportarte con todas las mujeres que te salgan al encuentro a lo largo de tu vida.

Foto de Vivian Maier

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