martes, 12 de junio de 2018

HAY QUE PERDER EL NORTE


Efectivamente: A veces, hay que perder el norte para descubrir otros muchos caminos insospechados, otros recónditos vericuetos que se nos abren y que sería una verdadera lástima no poder transitar.
Hay que perder el norte, sabedores que en el sur, en el este y en el oeste hay más mundos que descubrir, a flor de piel, además.
Hay que perder el norte, qué sería de nosotros sin las locuras del Quijote que llevamos dentro y que nos están esperando, como a él, detrás de cada aventura.
Hay que perder el norte para poder ver las otras estrellas que brillan tanto, y tanta luz y suerte pueden llevar a nuestras vidas.
Hay que perder el miedo a perder el norte y asimismo perder el miedo a la libertad. No es la jaula el mejor paraíso de los pájaros, sino el ancho cielo y cada rincón del mundo a explorar.

Pero ten cuidado, no pierdas a tontas y a locas, el norte, porque te perderás en laberintos que no llegan a ninguna parte.
No pierdas el norte, sin pensártelo dos veces, no sea que no llamen dos veces a tu puerta y te quedes más solo que la una y al verlas venir.
No pierdas el compás que te lleva sin remisión a romper la melodía. Una pena, porque iba muy afinada y al límite de la perfección.
No pierdas el sentido que es lo que te ayuda a dar sentido a las cosas y a tu propia vida.
No pierdas tu razón de ser porque te verías sin luz, sin rumbo y sin música para el baile de tu gran fiesta.
No pierdas el norte porque no hay cosa peor en este mundo, tantas veces a oscuras, que ir desnortado y sin rumbo fijo.
Pero hay que perder el norte en la vida, por lo menos más de una vez, y salirte del orden, la obediencia debida, la fe ciega, los caminos trillados, las frases hechas, el final feliz con afinadísimos violines, las costumbres apolilladas, las tradiciones salvajes e irracionales, la canción estéril y los consejos de quien no tiene otra cosa que dar. Hay que perder el norte.
Hay que perder el norte para hacer la obra de arte que te está esperando, fuera de los caminos hollados por cien mil pies y doscientas mil manos.
Ya, pero ¿en qué quedamos: debemos perder el norte o no debemos perderlo? ¿Y tú me lo preguntas? La respuesta está en el viento, es decir, en ti, en mí, en todos.
Nota no tan al margen: Estoy leyendo estos días al magnífico escritor holandés, Cees Nooteboom, y he subrayado este párrafo que viene como anillo al dedo. “Quiero hacer otra vez ese viaje, y también sé que ahora tampoco mantendré la línea recta, que la palabra camino en mi caso nunca podrá significar otra cosa más que desvío, el laberinto eterno hecho por el propio viajero que siempre se debe tentar por un camino lateral”. Pues eso.

2 comentarios:

Carmen Cubillo dijo...

Curioso discurso, supone un aliciente su lectura.

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Muchas gracias, Carmen.