martes, 1 de mayo de 2018

LAS BUENAS CAUSAS NUNCA MUEREN


"Quisieron enterrarnos, pero no sabían que éramos semillas". Corre esta frase por Las Redes tomada de manifestaciones en la Ciudad de México y posiblemente en otras muchas de allá y de acá, porque es tan bella y sugerente que todo el mundo se la apropia, aunque es una pena que no sepamos el nombre de su autor, acaso en un alarde de generosidad la dejó clavada en el viento, el mejor de todos los clavos, para que sea banderín de enganche y motor de no parar. Ya se usaba en unos términos similares en los primeros siglos del cristianismo, y así los cristianos veían y creían que los mártires eran semilla de propagación de su fe.
Pero se puede ampliar, porque es válida para todo tiempo y lugar cuando hay justos, héroes, líderes, activistas, gente sencilla, mujeres que no dan lugar a la segunda bofetada, y buena gente que jamás se doblega ante nadie y está tan firme en su fe religiosa o laica (hay muchos valores humanos en los que creer a pies juntillas y con toda el alma aunque no se crea en Dios) que saben a ciencia cierta que por mucho que se empeñen en silenciarlos, ningunearlos, abatirlos, pisotearlos, masacrarlos..., son semillas con la esperanza bien fundada en ejércitos sin armas porque su meta a corto y largo plazo no es la guerra, sino la paz, la igualdad, el respeto al diferente, la solidaridad para que se rompan las desigualdades hirientes y escandalosas, como esa mujer, en Madrid para más señas, que se levanta con el día y llega a casa al anochecer con 600 euros al mes, y sigue en pie, y todos los valores de la democracias más avanzadas y las civilizaciones más progresistas.
Vale para las buenas causas que nunca morirán porque hay un germen en el ser humano, capaz de lo peor, es cierto, pero también de lo mejor y por fortuna esto no morirá o solo cuando haya muerto el último hombre de la tierra. No es creíble que en Sodoma y Gomorra hubiera un solo justo. No es creíble.
Habrá multitud de guerras y genocidios, asesinatos y muertes en manos de verdaderos monstruos, y serán noticia, pero aunque no lo sea, cada mañana la inmensa mayoría de hombres y mujeres del planeta se levanta todas las mañanas en silencio con la mejor de las intenciones: hacer este mundo nuestro más llevadero y menos perverso y la mejor de las acciones: dar el desayuno a los hijos, lavar a los ancianos, pasar revista a cada sala de enfermos con una sonrisa y un saber hacer, seguir marchando a países tercemundistas a dar lo mejor de uno mismo... y así hasta el infinito. Grandes hombres y mujeres que se dejan la vida en defensa de los más desheredados, los que en verdad son los imprescindibles. Ya conoces el mensaje de Bertolt Brecht: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”. Pero, aunque estos sean imprescindibles todos los anteriores hacen este mundo mejor y digno de ser habitado. No debe olvidarse. Ni tampoco la fuerza de las mujeres, acompañadas de algunos hombres, como los miles de pensionistas, manifestándose estos días, que están cambiando el estado de las cosas tal y como estaban, tal y como están.

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