sábado, 28 de abril de 2018

EL PARAGUAS COMPARTIDO


Hace tiempo subí aquí la imagen en la que se ve de espaldas a una pareja, hombre y mujer. Llovía, él lleva el paraguas que solo le cubre a él, mientras que ella, a su lado, se va mojando y trata de resguardarse en su foulard. Mi pie de foto fue duro con él, porque me parecía un perfecto ejemplo de egoísmo y del “ande yo caliente, y ríase la gente”. Desde luego no es mi forma de ir con mi mujer o con una amiga si llueve y solo hay un paraguas. Y no es que sea un dechado del no va más, que conste.
En contraposición nos topamos con esa otra fotografía de dos pajarracos, que más que pajarracos se trata más bien de dos seres con unos valores humanos, perdón, animales, que ya quisiera yo a lo largo de mi vida como los que ellos practican sin la menor duda a lo largo y ancho de la suya tan corta. Y les sale del alma, de su alma, animal, claro-claro, de su instinto, de su sensibilidad, pero qué instinto y qué sensibilidad tan envidiables para quien no ha entendido que llueva o no llueva, primero es la que llevas al lado y sacar todas tus alas, las que en ese momento lleves: un paraguas, un detalle, tus brazos, el corazón a flor de piel y los cinco sentidos abiertos para sin decir ni pío, mejor estar callado, como ese pájaro macho que cubre a su pareja que contempla, dichosa, viendo cómo llueve y es feliz dejándose arropar y querer. Y todo sin darse la más mínima importancia, le sale así, ya digo y repito: del alma, de ese instinto, que termina siendo la mejor de las lecciones para quienes, además de instinto, estamos dotados de una mente prodigiosa y en perfecto estado: la de saber dejarlo todo para estar ahí, quieto, mirando para otro lado, como quien oye llover, pero las alas bien extendidas, y toda el alma, para que no le caiga una sola gota de lluvia fría y destemplada a la que tenemos al lado.
Y se trata de dos pajarracos... ¿Se trata de dos pajarracos?
 

Nota no tan al margen: Viene a mí con fuerza lo que nos ha estado llegando “por tierra, mar y aire” según su mismas palabras, me estoy refiriendo a Cristina Cifuentes. Es grave lo suyo por muy alta que lleve la cabeza y esté satisfecha de su vida. Pero me preocupan su partido, su jefe de filas, la Sra. de Cospedal que tanto ha defendido lo indefendible, el fuego amigo matando, todos los que, y eran todos, la han aplaudido tan largo y tendido cuando ya estaba con la soga al cuello y los que tenían guardado el vídeo del hurto a mano limpia. Ojo, algunos llaman a esto “organización criminal”. Me preocupan, me indignan, me avergüenzan. Como “una manada” lo ha definido Julio Llamazares. Eso mismo digo yo. Y me uno a las mujeres, claro está, en el caso vomitivo y vergonzoso de La Manada y vomitivo y vergonzoso el pensar y sentir de uno de los jueces. ¡No es abuso, es violación! Me uno a las mujeres.
Me vuelvo a los pajarracos: nos dan una hermosa lección de humanismo, sí, he dicho bien: de humanismo.

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