sábado, 21 de abril de 2018

SABER CONVIVIR CON LAS HERIDAS


¿Quién que se precie de humano no debe aceptar la multitud de sombras, achaques, errores, heridas y un sinfín de traspiés a la vista y en la sombra? Por ello hago mía esa frase espléndida del poeta catalán, Joan Margarit: "Una herida es también un lugar donde vivir."
Es así, por lo que es bueno y necesario aprender a convivir con los achaques que, a medida que vamos cumpliendo años, no son pocos, nos sorprenden cada mañana nada más levantarnos de la cama y son como el aviso de que seguimos vivos.
Aprender a vivir con las heridas es aceptar que se puede vivir y seguir luchando cuando remite el dolor y hasta cuando es persistente. La risa de los niños que sufren de cáncer, siempre me ha llamado la atención, sigue siendo contagiosa y el mejor de los bálsamos que alivia su dolor y el nuestro.
Contempla la imagen y observa cómo brotan de la grieta-herida de la pared plantas que adornan ese paisaje triste, gris y doloroso. El paisaje humano está lleno de estampas similares. Las heridas nos siguen y persiguen a donde quiera que vayamos. Conviven con nosotros y por fortuna la mayoría cicatriza y nos sirven únicamente de recuerdo de lo pasado, que ya pasó y nos gusta tocar madera para que no vuelvan. También el dolor pasa, como pasan los buenos y grandes momentos.
El dolor es dolor, como la muerte es aborrecible, no son un bien, y aun así, Fernando Aramburu, que vive con dolor la discapacidad de una hija, ha sabido sacar de flaqueza virtud: “Aprendí poco a poco a humanizarme... Te lo debo a ti Isabel, a cuyo lado, sin que te dieras cuenta, aprendí la compasión”. De su último libro: Autorretrato sin mí.
El Alzheimer es un tsunami que se lleva por delante lo más valioso del ser humano: la memoria, el uso del lenguaje, la autonomía y la capacidad de movimiento, pero puede acarrear consigo lo que termina siendo un milagro en los familiares que aprenden una nueva dimensión en sus vidas: el cuidado, la atención escrupulosa, la compasión y la ternura, hasta entonces acaso desconocidos y un tanto descuidados.
Ya lo sabes, por si lo habías olvidado, siempre la buena poesía saliendo a nuestro encuentro: "Una herida es también un lugar donde vivir", un nuevo tiempo para amar, otro espacio para dar lo mejor de uno mismo. Y tomárselo con calma para que lo que aflore sea más hermoso.
Nota no tan al margen: No confundir esa herida-grieta con las grietas que en estos momentos abundan en las instituciones españolas, las cuales no se tapan ni se arreglan con sostenerla y no enmendarla, caso Cifuentes, y menos sacando a pasear el ventilador más mugriento, caso Rafael Hernando, ni enredándose con torpeza, como la izquierda, en los peores momentos de la derecha, y para grietas las que está produciendo el procés catalán, con la ausencia del gobierno central, o el dolor de las víctimas por la locura de ETA, está bien que pidan perdón, algo es algo, pero que desaparezca ya, y para herida la muerte de un hombre sabio y bueno, el doctor Luis Montes, que sufrió la cacería de quienes aún no han perdido perdón, y si de grietas hablamos, el socavón de la Universidad Rey Juan Carlos. Pero dejemos esto, si te parece, y volvamos al fondo de la frase de Margarit.

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