miércoles, 4 de abril de 2018

GRANDES DE NUESTRO TIEMPO


Ha muerto el maestro venezolano, José Antonio Abreu, y a mí se me antoja llamarle grande y héroe de nuestro tiempo por haber llegado a lo más alto que puede llegar un hombre: haber sabido crear de la nada un inmenso Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, utilizando un método de educación y de acción y un instrumento, la música, como arma para salir de la pobreza. ¡Cómo contrasta con el país cercano en otra dirección radicalmente opuesta!, un sistema que facilita y fomenta a sus ciudadanos armarse hasta los dientes, para defenderse, dicen.
Todo nació, como nacen las grandes aventuras y conquistas, desde una humilde experiencia en un local paupérrimo con 11 primeros alumnos, para convertirse 40 años después en un movimiento musical que nadie podía imaginar: en 2015, según cifras oficiales, El Sistema abarcaba a más de 400 centros de música y tenía 700.000 músicos jóvenes. El 85% de los alumnos salidos de las capas más marginales. Una experiencia que ha traspasado las fronteras de Venezuela, para implantarse en Latinoamérica, Estados Unidos, Europa y Asia.
Pero ahí se llega con un método de hacer y una filosofía que lo sustenta, los principios y la forma de ser del maestro Abreu:
Un primer principio irrenunciable: “La cultura para los pobres no puede ser una pobre cultura”, principio que se hace realidad en ejemplos paradigmáticos en figuras como Gustavo Dudamel, uno de los grandes directores de orquesta en la actualidad -dirigió precisamente el Concierto de Año Nuevo en Viena, 2017-, Diego Matheus, Christian Vázquez o Jesús Parra, alumnos, todos ellos, del maestro Andreu, sin olvidar la ingente cantidad de músicos virtuosos que se han integrado en las grandes orquestas del mundo.
Desde niño se dejó impregnar del “efecto contagio”, cuando con diez años vio cómo una niña se sentaba en el atril de al lado, y por querer impresionarla ¿su primer amor? se aplicó. Algo que comprobaría más tarde y sentenció: “El hecho de sentarse en un atril junto a alguien mejor, me impulsaba a crecer”.
Entender que la cultura, la música, el arte en general, pueden conducir a un estado fundamental de identidad y dignidad: “Lo más terrible de ser pobre no es solo no tener para comer. Es no sentirse nadie”.
Su método, como señalan los críticos, austero, firme, carismático y las cualidades por él preferidas: “Ambición de liderazgo, musicalidad y oído perspicaz”.
Y su convicción más personal: "La música tiene que ser reconocida como un agente de desarrollo social, en el sentido más elevado porque transmite los valores más elevados: solidaridad, armonía, compasión mutua. Y tiene la capacidad de unir a toda una comunidad y expresar sentimientos sublimes."
Estas fueron sus armas, así la dirección de su batuta y de toda su obra, estos los resultados.
Nada mejor para finalizar esta breve reseña con las palabras de su alumno, posiblemente más aventajado, Gustavo Dudamel, a raíz de su muerte: “Honor y gloria eterna al maestro José Antonio Abreu, Seguiremos tocando, cantando y luchando por el mundo que el maestro Abreu soñó y por e

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