sábado, 31 de marzo de 2018

MOMENTOS QUE NUNCA DEBIERON MORIR


En uno de los artículos de los viernes, que no suelo perderme, mi amigo Luis Alonso se refería a las personas que no deberían morirse nunca, y señalaba nombres como Stephen Hawking, Forges, Nelson Mandela, Lorca, Greta Garbo, María Callas, Audrey Hepburn, Billie Holiday, Scott Fitzgerald…, lo que me ha llevado a pensar al instante en los momentos de nuestra vida que nunca, igualmente, debieron morir, con la ventaja de que muchos de ellos podemos revivir a merced de nuestro deseo, algo que no es posible con los que ya se fueron, tanto famosos como los que componen la larga lista que a cierta edad vamos teniendo en la mente con mucho dolor de que no vuelvan, y no vuelven.
¿No crees que sería estupendo y hasta saludable pasar revista a algunos de esos momentos que se quedaron pegados a la memoria? Sabemos además que el pasado nunca muere del todo, y “ni siquiera es pasado?, que dijera Faulkner.
El salto de la imagen, de esas cuatro niñas, de alguna forma es inmortal, ha quedado fijado para siempre, y siguen regalándonos el milagro de una sonrisa que brota con facilidad al mirarlas, pero seguro que quedó en todos los poros de su piel. Pido por ello que, tengan la edad que tengan, si no ese salto, algo parecido, que haga que se les ponga la piel de gallina de emoción como en aquel momento.
Recuerda no el primer beso, que no te supo a nada, porque te asustaste, o no te dio tiempo a saborear, sino algunos de los que vinieron después que quedaron para siempre en los anales de tu biografía. ¿No habría manera de recuperar algo similar?, me parece que está en tus manos.
Estaba tu madre concentrada en la cocina preparando los desayunos y cuando entraste todo el espacio estaba invadido por un olor a café tan estimulante que te sigue llegando por los vericuetos de la memoria muchos años después. Quédate ahí y cuando de nuevo te llegue el olor en cualquier otro lugar, ¿no crees que estaría muy bien que unieras esos momentos y te quedaras unos minutos viviéndolos y recreándolos?
Ayer mismo alguien me recordó una frase que le dije, y que no se le ha olvidado, porque le hizo bien, cuando ya han pasado más de 40 y pico de años. Mi memoria no llega a tanto. Si haces una lista de algunas de esas palabras, frases, ideas que has dicho a lo largo de tu vida, ¿no crees que sería un trabajo muy reconfortante y para nada baldío?
De igual forma puede ser una canción, un baile, un libro, un amanecer, un abrazo diferente, una tarde en la playa, el primer racimo de las vendimias, la primera prueba de la matanza con el olor de toda la casa impregnada de carne fresca y pimentón de La Vera, los primeros versos aprendidos que aun recuerdas en su integridad -“Yo voy soñando caminos / de la tarde. Las colinas doradas, los verdes pinos, / las polvorientas encinas... / ¿Adónde el camino irá?”-, una merienda entre amigos, la silla acolchada de tu cuerpo pegada a la piel de seda de tu pareja cada noche, los besos de tu madre y la caricia de tu padre, la propina de la abuela, muchos de ellos siempre pueden enviarse por el correo del pensamiento a modo de carta que se envía al aire, un beso al cielo donde quiera que moren, una sonrisa que nace de nuevo en nosotros porque al acordarnos de ellos nos la devuelve el poder de la imaginación... Y así hasta el infinito, porque infinitos son los momentos a revivir. Y terminan siendo un canto a la vida.
Quédate saboreando esta frase: “Las únicas cosas importantes en esta vida son las que recuerdas”. Jean Renoir

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