miércoles, 1 de noviembre de 2017

RISAS QUE LEVANTAN A LOS MUERTOS


A esta pareja ya la saqué en su día, pero al verlas ahora entre esos dos bocadillos, cambia mi visión, o mejor dicho la amplía y le da ese toque de humor fino y de rabiosa actualidad -veo esto en el día de cambio de hora-. Hay gente que se levanta cada mañana con el chiste puesto y da un gusto enorme a los que nos falta ese don y hasta sanísima envidia. La otra imagen es nueva y hace perfectísima pareja con la otra, porque a saber de qué se ríe con la que habrá caído en su larga vida, pero qué importa ya el pasado si te queda un pequeño resquicio de vida, nos diría, con la de momentos esperándonos para morirnos de risa, esa risa que curiosamente no nos mata, sino que nos produce unas ganas locas de seguir viviendo. Y tanta que es menester taparse la boca ¿para que no se escape del todo?, ¿para retenerla y favorecer que permanezca muy dentro? ¿por pura y sana cortesía de quien nació siendo honrada a carta cabal? ¿Para que no le salga la niña que lleva dentro? Las traigo aquí para que nos acompañen en la travesía de cada cual cuando se pone demasiado cuesta arriba.
Puedes estar amargado o desganado simplemente o muerto de melancolía y aburrimiento y con solo mirarlas te avergüenzas de ti mismo y te unes sin querer y sin esfuerzo alguno a su risas contagiosas. Y te salvan el momento, lo que no es poco.
“Hay que tener coraje y salero para ir así por la vida con la risa y la carcajada por bandera. Es una gloria verlas ahí, muertas de risa, invitándonos en el banquete de la vida a tomar el mejor bocado”, decía yo entonces.
No hay otra, si no creamos espacios y logramos que muchos momentos estén abiertos así a la risa y a la carcajada, vamos de cráneo. Se pone demasiado estirada la vida como para no hacerlo y pesada hasta el hartazgo, estamos en un ahora que parece más siempre que nunca y de largas sombras alargadas, por no hablar, o hablando, de los exabruptos e insultos de todo pelaje y de la mirada de algunos, siempre airada, a los que no son de los suyos ni piensan como ellos... Mal asunto si se pasan los días, y hasta un solo día, y se van sin pena ni gloria sin echar unas risas.
Cómo no agradecer a estas viejas adorables que se ríen con esas ganas y un destello de luz y picardía en sus ojos envidiable.
Cómo no querer estar a su lado y dejar que te alegren la vida, te enseñen sus misterios y las grandes lecciones para llevar a cabo la tarea que nos toca a cada cual con la grandeza que ellas aprendieron y nunca olvidaron sucediera lo que sucediera.
Cómo no quererlas cuando nos están haciendo el mejor de los regalos inimaginables y más valiosos y agradecer a los autores de estas obras de arte mágicas y reales.
Las risas de esas mujeres levantan a los muertos de sus tumbas y a los vivos de su apatía infinita y de su muerte en vida.

Nota bastante al margen: Había pensado subir hoy un artículo escrito estos días sobre Puigdemont y sus circunstancias, el tercer honorable, nada honorable, por cierto, como sus antecesores, Mas y Pujol, pero he pensado que está todo el pescado vendido y estamos hartos, cansados y dolidos por el daño que nos han traído unos y otros, aunque ya sé que mucho más unos que otros. Y como hay tema para largo, tiempo habrá de volver. Mientras, esperemos que, a los que hemos elegido y elegirán el 21 los catalanes, todos, aprendan a hacer política y hagan política: el arte de lo posible y a veces de lo imposible. Y de paso pedir a Puigdemont lo que le ha indicado con fuerza y claridad “El periódico de Cataluña”: “President', déjelo ya”.

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