jueves, 14 de septiembre de 2017

SIEMPRE MARILYN MONROE


"Era consciente de que pertenecía al público, pero no por mi físico o por mi belleza, sino porque nunca antes había pertenecido a nadie." Marilyn Monroe

Desde que nació hasta que murió corría por toda ella una belleza que se salía del marco y una tristeza que te obligaba a detenerte, mostrarle tu apoyo y quedarte a su lado. Se hacía querer.

Y cuando he sabido de este pensamiento suyo la he admirado más y me he sentado a su lado porque está pidiendo socorro, siempre estaba pidiendo todo, menos guerra, aunque los hombres, como siempre se confundieran ante tanta belleza.

Ahí, en el humilde nivel de las aceras brilla con su nombre de pila, Norma Jeane Mortenson, mucho más, a mi gusto, en densidad humana, que con el de Marilyn Monroe en lo más alto de la fama, el dinero y el mundo del celuloide.

Sabía su origen y jamás lo olvidó, y era consciente de que donde estaba más a gusto era con el público, con la gente, con su gente. Algo que les costaba tanto entender a los intelectuales, poderosos y millonarios que pasaban a su lado a saciar su sed y no la entendían, porque no la entendieron.

Fue huérfana durante toda su vida y precisamente por eso, quizá, algunos queramos tanto estar a su lado, sentados nada más, ahí, en la acera. Bueno, y también porque estaba superinmensa.

Tuvo muy malos principios y un final conocido por todo el mundo, parte del cual nunca lo entendió, me refiero al mundo, ¿motivo?, tener muy malas entendederas.

Dicen las crónicas que la jovialidad y el vivir desenfrenado y despreocupado que muchas veces había representado en el cine y fuera de él se corresponden poco con el verdadero perfil de su vida, marcada por las contradicciones y los complejos de una niñez y una juventud desgraciadas,
seguidas después de un éxito arrollador al que no supo hacer frente, ni siquiera cuando creyó encontrar, junto a personalidades como Arthur Miller, la estabilidad y la seguridad que persiguió durante toda su vida.

Me quedo a solas con esa frase suya: "Era consciente de que pertenecía al público, pero no por mi físico o por mi belleza, sino porque nunca antes había pertenecido a nadie", y me produce esa pena infinita que dan los seres arrollados por la vida, una vida que se los lleva por delante cuando son ¡ay! tan jóvenes.

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