miércoles, 20 de septiembre de 2017

ESPERANDO AL TREN QUE NO LLEGA


Están esperando al tren que no llega, y en el caso de que llegara no va a ninguna parte. Pudiera suceder de otra manera, quién lo sabe, pero también lo primero, quién no duda, por mucha fe y valentía que le pongan a la vida.
Llevan muchos años a cuestas y todas las medicinas del mundo en los bolsillos para hacer más llevadera la espera o la desesperanza, porque en algún momento todos y cada uno de ellos han dicho: qué hacemos aquí, si lo que era bueno, o al menos lo mejor, se acabó ya hace tiempo.
Todos miran, más o menos atentos, a la cámara, menos la cuarta empezando por la izquierda que no quiere ya mirar a casi nadie y casi nada, ha visto todo y ella no quiere que la vean ni la miren, bastante tiene con lo que tiene.
La primera, no obstante, está más relajada y ha tenido buenas noticias de sus hijos que están lejos.
La segunda está contenta de sí misma y quiere salir bien en la foto. Para cuatro días que vamos a vivir...
El tercero no mira de frente, a él no se la dan, parece desconfiar del fotógrafo y de la vida misma.
La cuarta la dejamos porque ya la califiqué y no quedó bien parada.
El quinto tiene los pies hechos un cisco y no aguanta ni botas ni zapatos, pero es el que más duda, y por eso sostiene la mirada y siempre se queda pensando: ¿Y después de todo ¿quién sabe?
El sexto no ha dejado el niño que fue y quisiera saber qué hay detrás de la cámara para que después, en lugar del pájaro, salgan ellos en la foto.
La que está en séptimo lugar es la mayor de todos, tiene en la punta de la lengua una sonrisa y como se agarra con firmeza al bastón quisiera subirse a todos los trenes que pasen, si es que pasan.
Y el último es el más descreído. Esconde las manos, el bastón y un poco hasta su mirada y está pensando como el tercero: a mí no me las dan, pero si me quieren mal aquí estoy, no les tengo miedo, porque aun sentado se mantiene bien erguido y siempre con una carta en la mano.
Tú puedes hacer otras lecturas, nadie te quita, y no seré yo quien te desanime a ello. Piensa que la vida es un caleidoscopio.
Están ahí y, aunque no digan nada, dicen tanto, o bien poco, pero piensen lo que piensen, todos les debemos un enorme respeto. Y agradecidos a quien ha conseguido reunirlos y dejar para nuestra mirada ese instante de eternidad. ¡Y pensar que ellos fueron un día estos jóvenes muchachos...! Esos, los de la segunda imagen.


Nota no tan al margen:
Quien no tiene respeto de ninguna clase es la señora Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional, con el escandaloso sueldo de unos 500.000 euros al año, exentos de impuestos, porque tiene muy claro cuáles son los problemas de la economía mundial: "Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo, ¡y ya!", ha declarado con el mayor de los desparpajos y la desvergüenza más increíble y brutal. ¿Qué les pasa a los directores del FMI?


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