domingo, 6 de agosto de 2017

SIGUE Y SIGUE, ¡AY!


Sigue y sigue la historia, solo han cambiado algunos signos externos: la maleta ya no es de cartón o madera y no va atada con cuerdas, la ropa actual no es la de los años 50 y 60, pero la tragedia es la misma, como el dolor, las lágrimas y la tristeza de que siempre toque a los de siempre. Y la madre no puede con tanto y la vida y todo su entorno se le vienen abajo.
Oía esta mañana en la radio decir al Presidente de la Diputación de Valladolid, en la que estuve la friolera de 26 años, decir lo obvio: que los pueblos de España, de Castilla y del mismo Valladolid se ha están despoblando, pero no oí -quizá lo piense y algo esté llevando a cabo- lo que las instituciones están haciendo, incluida su Diputación y la que fue un poco mía. Lástima, porque me hubiera gustado escuchar qué planes, programas y proyectos tienen sobre la mesa y llevando a la práctica para paliar al menos esa desertización humana tan dramática. Y alguien con buen tino y razón decía que los pueblos se mueren si no se les activa.
España, se va desangrando poco a poco, lleva en ello más de un siglo ya, y se soporta mal que su sino sea emigrar, salir a la fuerza, en contra de uno mismo y de los más suyos.
Gallegos, extremeños, castellanos, andaluces... antes jóvenes de todos los pueblos y ciudades, hoy, se dice hasta la saciedad que los más preparados, en muchas cosas no cabe la menor duda, se van y no precisamente a trabajar en lo suyo. En una viñeta reciente de El Roto se ve a un joven con cinco enormes cajas sobre un carretillo, y este comentario: “Joven con sus títulos académicos camino de una entrevista de trabajo en una hamburguesería”. No se puede decir más breve y mejor.
Se van, algunos para ya no volver, otros, cuando ya no puedan con los huesos resistir más o la morriña, la nostalgia y el callejón sin salida se les venga encima y prefieran volver a empezar en su tierra y la de sus mayores, su país.
Atravesar nuestra Tierra de Campos, el Valle Esgueva y algunas comarcas más es un espectáculo deprimente que inevitablemente nos lleva a preguntarnos: ¿de aquí a muy pocos años quedará alguien? ¿Tiene que sea así? ¿No se podían, se pueden todavía, hacer las cosas mejor? ¿Estamos castigados a escoger un futuro que no queremos? ¿No se podían haber potenciado mucho más los centros comarcales? ¿Están nuestros gobernantes a la altura? Y así preguntas y más preguntas que no reciben respuesta alguna.

Nota no tan al margen: En un estudio reciente leemos: “El desierto demográfico avanza en España sin interrupción mes a mes, semana a semana. Los últimos datos oficiales del INE así lo demuestran: este particular erial abarca ya, con más o menos vigor, a 22 de las 50 provincias españolas. Y la situación es crítica en catorce de ellas, que están al borde de quedar convertidas en un páramo humano”.
¿Y las Administraciones, qué dicen a todo esto? No contestan. Hace tiempo se fueron de vacaciones.

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