miércoles, 23 de agosto de 2017

¿NOS ATREVEMOS A LLEVAR LA CONTRARIA A UNAMUNO?


“El que tiene fe en sí mismo no necesita que los demás crean en él” de Miguel de Unamuno, es un pensamiento que corre por las redes.
Por una vez, y no quiero que sirva de precedente, me apetece llevar la contraria al gran don Miguel. Tú puedes hacer lo mismo o, por el contrario, creer en el maestro y seguir su pensamiento sin permitirte el lujo de cambiar una sola tilde.
Yo no estoy de acuerdo con esa frase porque, aun en el caso de que tengas mucha fe en ti mismo, siempre necesitas que los demás crean en ti, desde los primeros años, para crecer, y posteriormente para seguir creciendo y madurando, que eso de aprender y crecer, “hacia dentro y hacia los lados”, como decía otro sabio maestro, Aranguren, no termina hasta el último soplo de vida. Sí, sí, crecer en profundidad y en solidaridad.
Puede que haya filósofos, artistas, poetas, escritores o ciudadanos de a pie que tengan tanta fe en sí mismos que no necesiten que los demás crean en ellos, que vivan en una burbuja felices de ser quienes son sin necesitar el aplauso de la plebe, ni la estima de sus seguidores, ni la valoración de la crítica, pero me parece raro que el profesor pase olímpicamente del veredicto de sus alumnos, el escritor de sus lectores, el artista de su público y les dé igual a todos el rechazo o el aprecio, la fe en ellos o la indiferencia más absoluta. No creo, la verdad, que sean tan diferentes del resto de los mortales ni que tengan otra pasta tan distinta de los demás, que nos morimos, por encontrar calor, un abrazo amigo, un “me gusta” lo que haces, un empujón para ser más, subir más alto y hacerlo mejor, porque ellos te conocen, siguen tus pasos, son tan buena gente que quieren lo mejor de ti y saben que puedes dar más de sí, si te empeñas en ello con un poco más de coraje, más entusiasmo y una mayor dosis de pasión.
Otra cosa muy diferente es que nos pasemos de jugada y la necesidad de aprobación sea excesiva, hasta enfermiza, que puede serlo, y pudiera incrementar la insatisfacción personal, vulnerar la fortaleza de la mente y hacer quiebra en la autoestima saludable y necesaria. Pero no hablamos de eso, porque ese es otro cantar. Como tampoco pretender gustar a todo el mundo y que todos sean amigos fieles tuyos hasta la muerte y un poco más allá. Ni que tus creencias, aficiones, gustos y potencialidades, aun con todas las dudas razonables y bienvenidas, -“creer es ser capaz de soportar las dudas”, decía el cardenal Newman, y algo debía de saber de ello- no sean dignas de ti y que no las sigas con todo el esfuerzo a tu alcance sin desmayar ni arrojar la toalla a la primera de cambio porque te falten arrojo y aguante. Porque esa es otra historia.
Por ello, yo prefiero: El que tiene fe en sí mismo necesita, a su vez, que los demás crean en él.

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