domingo, 20 de agosto de 2017

LAS LECCIONES DE UNA FLOR


No hay nada como el coraje por vivir y por salir de los sitios más angostos, más complicados, más difíciles. Ahora se llama resiliencia, según la RAE: “la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro”. Siempre se llamó coraje, entereza, pasión, ganas de tirar pa’lante, capacidad de resistir, no acobardarse con la que te viene encima y siempre saber que se puede un poco más. "Creo sinceramente en la resistencia creativa” dijo hace unos días, poco antes de morir a los 89 años, Jeanne Moreau, la gran dama del cine francés.
La naturaleza siempre nos está dando lecciones maravillosas de belleza al por menor y al por mayor, sobre cómo sacar lo mejor de cada cual y no arrojar jamás la toalla, porque después de un invierno criminal, llega una primavera esplendorosa, “la primavera es terca como una mula”, escribe David Trueba en Tierra de Campos, y tras una primavera desapacible un verano luminoso lleno de generosos frutos, aunque para ser sinceros muchas veces se comporta como la peor de las madrastras.
Una vez más me viene el recuerdo de mi padre, labrador de Tierra de Campos, precisamente. Nunca se amilanaba, como todos sus colegas, después de una cosecha catastrófica, solo si las vendimias, porque los majuelos soportaban mejor la sequía, venían a pedir de boca, respiraba un poco, y al comenzar el otoño, como si fuera la primera vez, con las misma pasión y el empeño de siempre: vuelta a empezar, preparar la tierra, abonarla bien, sembrar, quitar piedras, escardar y esperar contra toda desesperanza.
Así la flor. Así esa planta en medio del asfalto brotando de milagro y aflorando en la superficie, sin importarle si alguien se parará a contemplarla, si será pisoteada sin escrúpulo alguno por los paseantes en todo un alarde de esfuerzo y empuje envidiables.
Y la verdad, no somos menos que una flor. Se nos debería exigir más, mucho más, buen ejemplo de ello, que nos reconcilian con lo mejor del ser humano, es el que nos han dado quienes han ido por delante, tantos y tantos, por fortuna. Sirvan estos casos que se me vienen a la memoria: Nelson Mandela salió, tras 27 años de cárcel, renovado, libre y deseoso de luchar por un mundo más tolerante, justo y solidario, como muchos que salieron del infierno de los campos de concentración con enormes deseos de vivir, pasar página y continuar sembrando de perdón y bien el mundo y no se doblegaron, como esas protagonistas del relato de Luis Sepúlveda, “La morena y la rubia”, cuando fueron torturadas en las cárceles siniestras del dictador Pinochet: “Las veo caminar por Venecia y me quedo atrás o me adelanto para observarlas mejor, para disfrutarlas más, porque las dos son hermosas y envuelven la tarde otoñal con esa singular belleza que ellas consiguen a partir de los 45 años.
- Era de noche en Santiago de Chile cuando me sacaron de casa, a golpes, y a golpes me separaron de mi hijo, y a empellones me condujeron hasta el coche sin placas, y con un esparadrapo de me alejaron del mundo de los ojos...
- Era de noche en Santiago de Chile cuando me sacaron de casa, a golpes me separaron de mi hijo y del retrato de mi marido asesinado...
- No hablé, no les dije nada, no me han vencido.
Las dos lloraron, pero poco, había que organizar el silencio y resistir...”
No, no somos menos que una flor. De sabios es aprender hasta de los seres más humildes de la tierra. Y después de cada atentado como el de Las Ramblas: resistir sin miedo y sin odio.

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