lunes, 3 de julio de 2017

NO HABLAN, PERO SE DICEN TANTO...


No resistía verla encerrada, así que se encaramó a lo más alto de la ventana para decirle “hola” a su manera y hacerle “arrumacos” a su estilo. Es la versión animal de Calixto y Melibea con no menos decibelios y hermosura y quién sabe si con más pureza de miras y comedida pasión.
Sin imaginarse nada, porque a simple vista pareciera no estar dotados de imaginación, el gato enhiesto sobre sus patas traseras le está animando, no obstante, a salir de esa cárcel oscura y dar un largo paseo por el bosque de suave brisa o los tejados luminosos de enfrente donde consumar su idilio.
Sin entendimiento y razón -eso decimos los humanos de los animales, sabiendo apenas algo o mejor nada de ellos e ignorando que somos parientes próximos- están comunicándose, mirándose a los ojos, oliéndose hasta que el olor del otro penetre en sus adentros, ¿acaso espíritu?, tratando de que la conquista sea única en su género.
Él ruega y ruega, con la fortaleza de su instinto, del modo más zalamero que la naturaleza le ha regalado y ella embebida en su forma de mirar, y por la manera de lamer de él hace que ella esté a punto de perder la cabeza, la razón y todos sus atributos más en forma y pensar hacia dentro: Que sea lo que Dios quiera, pero me largo contigo y que canten y murmuren lo nuestro los amos y la comadres del barrio como la fuga de dos amantes.
Y si tienes miedo, no pienses en ello, parece susurrarla el gato altivo y donjuanesco, porque aquí estoy yo para llevarte en mi lomo como el del mejor corcel.
Y a la voz de ya o del ruido más leve salido de la oscura celda se encabritan cual salto de tigre en libertad y terminan marchándose a correr la más hermosa de las aventuras, envidia de célibes y pusilánimes.
A nosotros los humanos y bien pensantes solo nos queda lo más decente y acertado en estas ocasiones: desearles buen viaje y larga y sabrosa aventura.
Nota no tan al margen:
Ya ves cómo he seguido las huellas del más grande de los escritores españoles, que dejó constancia del habla de dos perros en una de sus novelas ejemplares, y cuidado que sabía de animales de toda índole y condición:
“Berganza amigo, dejemos esta noche el Hospital en guarda de la confianza y retirémonos a esta soledad y entre estas esteras, donde podremos gozar sin ser sentidos”.

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