domingo, 23 de julio de 2017

LEER CON EL BOLÍGRAFO EN LA MANO


El escritor generoso, y cuanto mejor es, es más generoso, nos regala sus palabras para que hagamos con ellas cuanto nos venga en gana, y nada mejor que seguir alargando su mensaje, creando y recreando su mundo y el nuestro.
Después de estar metido de lleno, durante dos semanas y un día, en las aventuras de don Quijote y Sancho me paso a otras bien distintas, leer la antología de poesía hecha por la propia autora, Raquel Lanseros, bajo el título “Esta momentánea eternidad”. Lanseros es una de nuestras poetas actuales más importantes. Ella misma ha calificado su oficio de este modo: “Leer poesía y escribir poesía conlleva aventurarse a pensar y a sentir”. Y en estas estoy, después de haber quedado tocado por la pluma del genio de los genios, en otra aventura bien distinta que yo he definido como de creación y recreación. Me he regalado los siguientes versos en los que me he quedado a gusto, con cierto deleite y a mi manera. Algo así: (Ojalá te gusten)
“Me dan ganas de ser todas esas personas que yo soy / además de yo misma”. Todos estamos dotados de muchas personalidades que se manifiestan aun sin quererlo ni pretenderlo, pero que es muestra de la complejidad y generosidad de la que estamos hechos. No es de extrañar que nos gusten que afloren todas, incluido el más yo de nosotros.
“Aunque he cambiado mucho de color / sigo siendo camaleón / y no rama”. Por mucho que nos vistamos con las firmas más caras de la moda y nuestro curriculum llene páginas y páginas -hay quien cree que la cantidad vende, olvidando que por muchas albardas de oro que lleve el burro sigue siendo un asno- seguimos siendo los camaleones que siempre fuimos, somos y seremos y no ramas o trampantojos en los que podemos soñar convertirnos.
“Hay noches cuyas horas atesoran / el recorrido entero de la vida”. Es el don del insomnio puntual que puede llevarnos a visionar la película en la que nosotros somos el protagonista y todo girando en torno a nuestra biografía. ¡Hay noches de cine!
“Nadie puede acusar de su tristeza / a la pequeña hoja tiritando dormida / en medio del camino”. ¿Cómo acusar a quien está harto de vivir porque su vida no se parece en nada a una vida digna y a quien no llega a fin de mes obligado a mendigar y no ver futuro alguno para él, sus hijos y sus nietos hasta sabe Dios qué generación y a quien ha sido maltratada, violada, manoseada cuando la fiesta estaba más alegre y divertida? Nadie puede acusar con tamaña desvergüenza de su tristeza.
“Hay labios que usan las palabras / como se usa una ametralladora”. Se agradecen estos versos de boca de mujer. Yo me uno a su sensibilidad y me uno a su terror cuando de bocas humanas sale la furia de las armas.
“Como nunca llegué a saber su nombre, / no pude dedicarle este poema”. Lástima, no abundo más en ello porque recientemente escribí un artículo titulado: “La importancia de llamarse Ernesto”. Así que cuídate y cuida tu nombre.
“Un tango sólo es bello sin un final feliz”. Claro. ¿En qué se queda si el final es rosa, almíbar y luna de miel comiendo perdices hasta el amanecer con luna llena? En nada, será otra cosa, pero no un tango. Con solo escuchar el famoso “Cambalache” te dan ganas de meterte en la cama y no salir más, porque “el mundo fue y será una porquería, ya lo sé”.
“El cielo y el infierno están aquí y ahora”. Sí, no hay que esperar al más allá. Están entre nosotros.
“Nunca le tengas miedo al horizonte / no hay placer más sabroso que el trayecto”. Lo dejó dicho para siempre el gran poeta griego Kavafis en su viaje a Ítaca. Nada como hacer las maletas, llamar al taxi, subir al avión o al tren y ver pasar los paisajes como recién estrenados... Cuando llegas comienza la rutina de siempre. Nada como el placer de los preparativos del viaje y su realización.
Hay otros muchos versos y poemas enteros en los que me he parado a beber, pero no quiero abusar de tu paciencia amigo lector, entrañable amiga.

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