lunes, 10 de julio de 2017

EN UN RINCÓN DEL MÁS FEROZ SOLDADO


Un soldado alimenta a un gatito de dos semanas en plena Guerra de Corea. Eso dice el pie de foto. Y foto y pie me hacen pensar que en alguno de los pliegues del corazón del más sanguinario soldado late una luz de piedad y que quien es capaz de matar a sus enemigos puede demostrar ser un perfecto caballero a la vuelta de cualquier esquina. Menos mal, porque de lo contrario sería para echarse a correr y no parar de espanto.
Hay siempre una brizna de humanidad en el más salvaje y desnaturalizado de los humanos compartiendo asiento con muchas de sus fechorías más siniestras. Y así como dan muestras de altruismo y saber sacrificarse por los demás, los chimpancés, según los últimos experimentos que se ha llevado a cabo en Estados Unidos, y ya sabemos a estas alturas de la ciencia que no dejan de ser hermanos próximos nuestros, ramas colaterales de un tronco común como el resto de los grandes simios, sigue dándonos alas de esperanza: si ellos son así, no podemos dejar de seguir creyendo en los hombres con más motivos que ellos para ser buena gente y personas altruistas. ¡Qué menos!
Por fortuna en ese soldado de la foto ¡con cuánta delicadeza da de comer al gatito de dos semanas! y en cada uno de nosotros se pueden dar las más espantosas fealdades morales y hasta las patologías sociales más extremas al lado de síntomas y realidades de una bondad exquisita y ejemplar. Ya he citado más de una vez - quizá es que no hacemos más que danzar al ritmo implacable del bolero de Ravel- el famoso terceto de Blas de Otero en el que define al hombre así:
“Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas”.
Difícil decirlo mejor y con mayor precisión, pero es que es así: en todos y cada uno de nosotros florece lo mejor y lo peor. ¿No te das cuenta de que cuando aparece un desalmado, acaso hijo de buena madre y padre ejemplar, no tiene por qué ser hijo de mala y perdida madre, que acaba de asesinar a su esposa, todos sus vecinos dicen que parecía una bellísima persona?
No cabe duda de que en cada uno de nuestros entresijos se encierra multitud de pliegues dando lugar a una enorme variedad de personalidades diferentes. Comenzaba así Julio Llamazares una de sus últimas columnas ejemplares: “La misma persona que a la puerta del bar o del portal te cede el paso educadamente, incluso insiste en su ofrecimiento cuando tú se lo cedes a él a tu vez, en cuanto se suba al coche te pisará las ruedas del tuyo con tal de adelantarte en la salida o de pasar el primero cuando se abra el semáforo”.
Posiblemente ese soldado acaba de matar a muchos seres humanos y en el descanso se enternece dando de comer a un gato famélico, porque las guerras son criminales e injustas hasta con los gatos. Eso es ser hombre, por desgracia y por suerte: eternos, fugitivos... Y si alguna vez te crees mejor que los demás, te convendría leer esto que ya dijo Aristóteles: “Hay un rincón de estupidez hasta en el cerebro del hombre más sabio”.

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