lunes, 19 de junio de 2017

LEYENDO A EMILIO LLEDÓ


Después de tres novelas ejemplares-extraordinarias de Joyce Carol Oates, “Aves del paraíso”, “Mujer de barro” y “La hija del sepulturero”, he querido desengrasar y me he metido, nada menos que con un inmenso filósofo, a quien sigo con enorme admiración desde hace tiempo. Hablo de Emilio Lledó y el libro: “Lenguaje y humanidad”, con un jugoso y documentado prólogo de Juan Canal que fuera director del Instituto Vega del Prado, al lado de mi casa, donde estudió Alba, mi hija segunda, y amigo y compañero de Isabel, mi mujer.
Canal nos dibuja los rasgos más sobresalientes del filósofo, profesor de filosofía, como más le gusta decir. Emilio Lledó: antidogmático, dotado de sencillez y bondad machadiana, en el buen sentido de la palabra, bueno y maestro sabio. Seguidor fiel de Platón y Aristóteles. “Una culta elegancia”, con este título le dedicó un artículo Luis Antonio de Villena.
Un libro, como todos los de Emilio Lledó, que me ha atrapado como lo hicieran las tres grandes novelas de la escritora norteamericana, aunque lógicamente de manera diferente. Porque desde el principio comienza a jugar con las palabras, que domina, les saca el jugo hasta límites insospechados, siempre siguiendo a sus maestros, y así con la palabra gracias, que tiene que ver con solidaridad, con alegría, con vinculación afectiva en reconocimiento al baúl de su memoria y rica biografía, para iniciar el discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua, primer capítulo del libro.
Cita el profesor del libro Las leyes de Platón algo que dice un filósofo de la época, Clinias: “Todos los hombres son pública o privadamente enemigos de todos los demás y cada uno también enemigos de sí mismo”, a lo que contesta Lledó: Pero inmediatamente encontramos en la paideía, en la educación, el remedio para tanta derrota. Y esa educación consiste, esencialmente, en un cultivo, una cultura de las palabras, de lo que sentimos y pensamos. Porque lo propio del ser humano es ser hablante, para quien es necesaria la amistad y abarcándolo todo, un animal político y que aspira a la belleza. Un ser apasionado por el lenguaje y fascinado por la palabra, a quien corresponde regular la justicia y el respeto entre los ciudadanos.
“No basta el fogonazo de la intuición, que, como la imagen, está supeditada al instante del tiempo. Pensar es, por el contrario, desplegar la sucesión de esos instantes en el espejo de la reflexión. Y ese pensamiento nace de la trama profunda de esa lengua que somos, y que nos constituye en la existencia y en el espacio colectivo”. Rechazando el tópico que tanto he denigrado, yo mismo en mis artículos: “vale más una imagen que cien palabras”, y deleitándonos con esa idea tan original como profunda: “Al soñar los sueños de las palabras que duermen en el legado de la tradición oral y escrita, como al soñar las palabras, las despertamos y al tiempo que despertamos a nosotros con ellas”. Eso hacemos cuando leemos, despertar las palabras que duermen olvidadas y cubiertas de polvo, como el arpa de Bécquer, de la biblioteca.
O esta otra idea que siempre le persigue a este autor, lo que le hace estar atento a cuanto sucede, aquí y ahora, y que tanto agradecemos muchos de sus seguidores: “El saber del lenguaje es un saber crítico, un saber que juzga, que analiza desde un rincón más creador y generoso que la confusa, instintiva madriguera de los intereses”. Y esta otra de igual calado: “La vida del lenguaje está en la calle, donde está la vida real y donde la voz, el habla se entrecorta o se expande en el implacable fluir de la existencia”.
Impagable el largo comentario sobre la Pastora Marcela de El Quijote, y yo dando golpes de ciego cuando en una sesión del taller de escritura para celebrar el centenario de Cervantes me puse a comentar y disertar sobre esta mujer ejemplar y adelantada a su tiempo de El Quijote, sin haber leído este capítulo extraordinario del maestro Lledó.
Y más, y más, y mucho más, claro.

2 comentarios:

Carmen Cubillo dijo...

Con tú discurso, animas a buscar rápidamente ese libro, y disfrutar del mismo, como tú pareces haberlo conseguido. Gracias.

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Gracias, Carmen.