jueves, 13 de abril de 2017

TODOS SOMOS PEQUEÑOS FILÓSOFOS



“Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que hay en mí.” (Crítica de la razón práctica), Kant.
Nos durmieron contra Kant y todos los de su estirpe, a los que se demonizaba como adversarios en las tesis de teología de seminarios preconciliares, y nos robaron esta perla como tantísimas otras de los grandes filósofos de la historia, y todo porque no encajaban en los cestos de mimbres de acero y cemento, como nos robaron toda la Ilustración que en esencia era, entre otras muchas cosas, atreverse a pensar por propia cuenta, lo más sagrado y el mayor bien dado a la mente humana. Y de similar idiosincrasia, posteriormente, en la Escuela de Magisterio. Lástima.
El cielo estrellado y todo asomo de belleza que siguiendo a Herta Müller, “es un apoyo en la vida, te protege y te resguarda. Cuando la belleza falta durante mucho tiempo, la gente se vuelve agresiva y surge el embrutecimiento".
¿Quién lo diría, verdad? Pues así es, lo contrario nos convierte en acémilas aptas para comer pienso y llevar la carga, sin levantar la vista hacia lo bello, y de lo bello a lo bueno, y de lo bueno a lo verdadero, uncidos en tres pilares básicos que nos sostienen y nos salvan.
Lástima no haber tenido al mayor de los filósofos actuales en aquellas clases de sueño al por mayor y aburrimiento a gran escala, sí, a Emilio Lledó, él prefiere llamarse profesor de filosofía, a quien leo en estos días, y escucharle algo así: “La filosofía tiene que consistir en un ejercicio múltiple de humanización y libertad. Humanización quiere decir conciencia de los límites reales de la vida, reconocimiento del carácter corporal de la existencia y reflexión inmediata y audaz sobre la estructura misma del hecho humano. Libertad quiere decir desarraigo de todos aquellos nudos ideológicos, mitos, ritos religiosos, prejuicios culturales, interpretaciones tradicionales, aposentadas sin crítica en el lenguaje y transmitidas inercialmente en la paideía (educación) y los usos sociales”.
Y mucha lástima contemplar la importancia cero que se da a las Humanidades en nuestro actual sistema educativo porque ¿a dónde vamos sin el conocimiento de nuestros mejores pensadores y la práctica de acomodar nuestro cerebro al sabio razonar ajustando los mejores argumentos y las más atinadas razones frente a tanto discurso vano sin ninguna consistencia y llenando, eso sí todos los espacios de nuestro entorno? ¿A dónde vamos sin apenas pensar que no es sino dialogar con nosotros mismos como suele decir el maestro Lledó, siguiendo al mismo Platón?
Para terminar te regalo este pensamiento que corre por las Redes: “Yo no quiero que pienses como yo, solo quiero que pienses”. Todo un homenaje a la inteligencia, a la tolerancia y al sano pluralismo. Pues eso, que cada vez que pensamos con rigor ponemos en marcha la hormigonera del cerebro y lo hacemos como hombres que hablan, lo que nos diferencia del resto de animales, como decía Aristóteles. Y por eso mismo, digo yo, nos convertimos en pequeños filósofos. ¡Y esa sí que es grandeza!

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