lunes, 3 de abril de 2017

ME QUEDO CON EL NIÑO



Qué quieres que te diga, y cuidado que me atraen unas piernas largas y hermosas sobre unos zapatos con tacones altos, la uñas tan repintadas no tanto, pero entre esa mujer y esa criatura, casi-casi como Dios le trajo al mundo o esa madre tan emperifollada, me quedo con el niño y esa mirada de asombro y prendida en los de la mamá, si es que esta mujer es su madre, que pudiera serlo, aunque le tiene desconcertado, porque él cuando está más feliz y a gusto es cuando está colgado de “la doble luna del pecho” como el hijo de Miguel Hernández, en las Nanas a la cebolla, y no desde esa lejana lejanía de vértigo en el suelo por el que se arrastra. Y aun así no pierde detalle el condenado precioso bebé. Porque de saber pensar y poder hablar pensaría y diría: ¿A dónde vas mamá con esas pintas? ¿No sabes además que tengo miedo y me aburro y paso hambre y me dan ganas de llorar mucho a moco tendido y me duermo soñando con hombres barbudos y el saco al hombro y nadie viene a acunarme ni a darme siquiera el biberón o el chupete untado en azúcar o miel que me hace ver los cielos abiertos?
Si yo pasara por ahí, le pediría a esa mujer que, por favor, quite ese pez sin sentido del carro, porque parece más de cartón piedra para meter miedo al niño y lo cambiara por uno de verdad, que le haría las delicias más exquisitas y pasaría a ser el amigo de los primeros juegos. La fotografía ha captado, quitando al niño, una escena disparatada y fría, destartalada y un tanto extraña y sin salida, porque ¿a dónde diablos va esa mujer, si no hay salida posible en la dirección que lleva, no la espera ningún comensal, y más bien está a punto de irse a la ópera o a cenar con su pareja y parejas amigas o simplemente de parranda?
¿Qué queréis que os diga que aun en el caso de que se vayan los mayores de juerga, y no seré yo el aguafiestas que les niegue el derecho, pero me quedo más a gusto con ese bebé: le daría el biberón, le cambiaría los pañales, le cantaría la nana famosa del dolor y la risa del poeta de Orihuela y le pediría que riera porque “es tu risa en los ojos / la luz del mundo. / Ríete tanto / que mi alma al oírte / bata el espacio. / Tu risa me hace libre, / me pone alas. / Soledades me quita, cárcel me arranca...” Y así sucesivamente hasta que nos llegara el sueño y a los dos se nos fueran cerrando los ojos para nadar felices en el mundo de los sueños y del mar de los peces de colores.

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