jueves, 16 de marzo de 2017

LA IMAGEN DEL PADRE



Me ha gustado leer en una entrevista al filósofo, Javier Gomá, algo que llevo desde hace mucho tiempo en las entretelas de mi cerebro de la manera más mimada que me es posible, como es la de recordar a mis padres, convencido de que mientras residan en mi memoria ellos siguen vivos. Pero me ha subyugado esa preciosa idea de poder “custodiar la imagen del padre”, después de muerto.
Esto le pregunta el entrevistador, Fernando Díaz:
P.- ¿En qué consiste la ejemplaridad aplicada al duelo por la pérdida del padre?
Y esto es lo que contesta el filósofo:
R.- Como he intentado representarla en el monólogo, es una cierta piedad filial que permite que la imagen de la vida del padre emerja, que luzca en su belleza sin excluir los elementos dolorosos ni problemáticos que toda vida implica, pero dejar que después la luminosidad de la imagen prevalezca. Luego empiezas a preguntarte por tu propia imagen y te das cuenta de que ahora eres custodio de la imagen de tu padre, y que algún día tus hijos lo serán de la tuya, pero aún estás a tiempo de añadir colores, dibujos y formas al lienzo para que esa imagen sea más luminosa.
Eso es lo que me ha deslumbrado, porque me parece de una sutileza y, a la vez, de una grandeza extraordinaria. Ser custodio de la imagen de tu padre y de tu madre, con la posibilidad de hacerlas más luminosas, porque ya que eres el autor puedes seleccionar lo hermoso, lo mejor y lo más ejemplar de sus biografías y olvidarte, para qué recordar sus sombras, fueron humanos, demasiados humanos, como cualquier hijo de vecino, y les echamos, como buenos hijos, a ese asunto oscuro, un velo de piedad que tape todas sus vergüenzas como en aquellos tiempos lejanos hicieron las hijas de Noé con su padre ebrio.
Eso quisiera de mis hijas, Inés y Alba (como tú de los tuyos) que custodien en su memoria mi imagen y, ellas, que son tan artistas en tantas cosas, la coloreen a su gusto, para que puedan estar más a gusto con ella, con lo que tras la última despedida quedaré la mar de satisfecho y feliz de seguir vivo en su recuerdo. Gracias anticipadas a quienes en su día se unan a ellas. Sí, gracias.
Nota no tan al margen: Y ya en línea, cómo no deleitarnos con otra perla de Javier Gomá en la entrevista citada:
R.- Nuestra cultura en general es una invitación a la tristeza. Además ser triste es lo más fácil, no tienes más que abrir los ojos y ya la naturaleza te convierte en triste. Si ves cuál es nuestro destino y el de los demás, siempre hay una coartada para deprimirse. Así que hasta cierto punto la tristeza es vulgar, mientras que la alegría inteligente -no la alegría estúpida basada en la necedad o en un exceso de candor- me parece tan milagrosa como una sinfonía de Beethoven, y requiere un arte, una sabiduría, una genialidad que son poco frecuentes. Consiste en hallar razones para el entusiasmo a pesar de la evidencia de nuestro destino. Quien lo logre es un genio. En cambio, entristecerse es tan fácil como respirar.

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