martes, 21 de marzo de 2017

GLORIA FUERTES, poeta de niños, jóvenes y adultos


Estamos en el aniversario de su nacimiento y se le está haciendo justicia, tras unos años de olvido y secuestro. Está bien recuperar a una poeta de gran magnitud en años de sequía y aires superficiales de no ir al fondo de las cosas y los días. Gloria Fuertes poseía una voz propia, de tono coloquial, usaba la rima, como casi todo, con ironía y hondura a la vez. Era provocadora, desmontaba valores instituidos (petrificados) para abordar valores universales reales. Era, según ella, una mujer que se reía de su sombra: “maletilla de las letras”, ¿para qué más? y era feliz, menos cuando se le acercaban los demonios de la ausencia, la soledad o la injusticia de este mundo.
Os invito, paso a paso y verso a verso por unos pocos caminos transitados de esta gran poeta:
“Gloria Fuertes nació en Madrid”, de similar manera comenzó otro gran poema Dámaso Alonso, al decir: “Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)”, como si de una noticia de prensa se tratara, y al segundo verso nos rompe el ritmo cansino de la lectura apolillada, nos descoloca, y pareciera lanzarnos una boutade “a los dos días de edad”, que los despistados se apresuran a murmurar pensando: “sí hombre, otra más”, pero sigues y te topas con la respuesta genial del genial hallazgo literario: “pues fue muy laborioso el parto de mi madre / que si se descuida muere por vivirme”. Pues es claro que, en esas circunstancias, naciera a los dos días de edad.
“A los nueve años me pilló un carro / y a los catorce me pilló la guerra” uno de tantas antítesis-contrastes abundantes en esta poeta con duende, gracia y hechizo. Antítesis de similar calado al de esos diversos prodigiosos de Lorca en el romance de La casada infiel: “se apagaron los faroles / y se encendieron los grillos”.
“Quise ir a la guerra, para pararla, / pero me detuvieron a mitad del camino”. Un hombre difícilmente podría decir eso, porque los hombres van a tirar tiros y matar. Solo las mujeres, pues les sale de muy dentro, si van a la guerra es para pararla, porque no se andan con bromas y bestialidades humanas.
O este poemita tan chiquito y tan inmenso de tanto sentido común y tamaña hondura filosófica: “La gente corre tanto / porque no sabe dónde va, / el que sabe dónde va, / va despacio, / para paladear / el ir llegando”. Que nos fuerza a seguir cavilando, creando a nuestra altura: paladear, contemplar, sentir, escucharlo todo porque importa más el viaje, casi siempre, que la llegada.
O ese dedicado al “Ciprés del cementerio”, que no me canso de leer, de similar factura al anterior: “Yo no soy triste, / es que estoy en un sitio donde / nadie viene con sonrisas. / Yo no soy triste / es que todo el que viene aquí / es como si le faltara algo. / Yo no soy triste / y si no que se lo digan a los pájaros, / a ver / ¿qué tienen los otros árboles que no tenga yo? / Yo no soy triste, / lo que pasa es que todos me miran con tristeza”. Otros poetas han cantado en versos al ciprés del cementerio y se hallan lejos, muy lejos de haber encontrado este feliz y hondo significado con un derroche de gran aliento poético y antropológico y final antológico.
Y el último botón de muestra:
“Me dijeron: - O te subes al carro o tendrás que empujarlo.
Ni me subí ni lo empujé. Me senté en la cuneta y alrededor de mí, a su debido tiempo, brotaron las amapolas”. Que bien podría ser un magnífico retrato de su personalidad rebelde hecha para la poesía de altura.
Gloria Fuertes, definitivamente, poeta entrañable de niños y poeta exigente y luminosa de mayores

No hay comentarios: