lunes, 12 de diciembre de 2016

LAS LECCIONES DE LAS COSAS
A quienes nos gusta el fuego de la chimenea en los días del otoño y del invierno -por no decir de la primavera aquí en Castilla donde apenas hay primavera- hasta dejarnos ensimismados, recibimos un montón de enseñanzas. Esta tarde otoñal de abundantes hojas caídas que han sembrado el jardín, con los primeros fríos del invierno al acecho, he recibido una bonita lección que tenía olvidada. Languidecía el fuego porque solo quedaba un tronco moribundo, incluso siendo de pino que suele arder bien y con rapidez hasta que se extingue, a no ser redondo y grueso, pues bien, en cuanto he añadido otros dos tronquillos a su lado, a los poquísimos segundos el fuego se ha avivado creando de nuevo una hermosa lumbre vigorosa y con llamas vibrantes y espléndidas.
Lección a las claras: uno significa algo, más bien poco, mientras que dos, tres... son ya multitud y casi-casi un ejército en combate, como estos tres tronquitos que han iluminado la estancia y le están dando un calor al rostro y a todo el cuerpo que se agradece, y otra vez el placer de la contemplación y el ensimismamiento.
Lo digo siempre, acaso me repita hasta el cansancio de mis seguidores, menos mal que suelen ser buenos amigos y amigas estupendas: las cosas, a poco que les prestemos atención, nos cantan y nos cuentan, eso he dicho en otro artículo reciente. Hoy solo he querido dejar constancia de este hecho tan simple, pero tan significativo, de la unión y la fuerza de poco más de dos, o dos simplemente, bien unidos y mejor avenidos.
Gracias, hermano fuego, gracias “llama viva”, usada como metáfora por nuestro poeta místico, San Juan de la Cruz.
... Y siguen y siguen las llamas vivificantes, cimbreantes... regalándome ese color cálido y ese calor que traspasa agradablemente mi cuerpo.
Una hermosura en esta tarde de otoño alrededor de un fuego humilde, maestro y sabio.
Nota no tan al margen:
Toma como un regalo este final del poema “Oda a las cosas” de Pablo Neruda:
“... muchas cosas
me lo dijeron todo.
No sólo me tocaron
o las tocó mi mano,
sino que acompañaron
de tal modo
mi existencia
que conmigo existieron
y fueron para mí tan existentes
que vivieron conmigo media vida
y morirán conmigo media muerte”.
Y si quieres ampliar la mirada, te recomiendo el poema de Ángel González, titulado, precisamente, “Lecciones de cosas”

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