jueves, 15 de diciembre de 2016

ALGO TIENE LA VIDA CUANDO ES TAN DESLUMBRANTE

No me digas que no es hermoso, tirar una basura airada a la pared y, de pronto, como cuando ha venido la primavera, sin saber cómo ha sido, quedar deslumbrado porque en el mismo centro está nada menos que parte del cuadro famoso de Manet: El almuerzo sobre la hierba. No me digas que no es hermoso.
La vida es así y suele comportarse de esta asombrosa manera. De los mil ejemplos posibles, hagamos una rápida selección:
Le das los buenos días, desgarbado y con voz de flauta, una mañana de lunes, y te suelta unos buenos días garbosos, con piropo incluido: “hola, guapo”, que te alegra el día entero.
Vas con cierto aire adormilado y con el peso de lo repetido a dar la clase, la charla al uso, el trabajo rutinario... y te sueltan un “gracias”, adornado con una frase impagable: “nos haces la vida más llevadera”.
Mi admirada Rosa Montero echa dos “tristes euros” a un mendigo y esto sucedió: “Estiró su bracito maltrecho y me lo tendió; desconcertada, puse la mano y él depositó en mi palma un bellísimo cristal pulido del tamaño de una alubia, con un color azul profundo y una limpia y oscura transparencia”. Así termina la admirable escritora su artículo: “Y aquí estoy, agradecida, con su hermosa lágrima de cristal en la mano”.
Te mienta a tu madre, con la frase sabida y sucia de siempre, tu madre, que te parió de muy buenas maneras, la pobre, y para ti no hay nada más sagrado en el mundo, lo olvidas y al día siguiente le pagas el café a ver si se le va la mala leche, los malos modales, recuerda a su madre y de paso a la tuya que eran unas santas.
Dejas frases, simples palabras, sin darle importancia y ningún énfasis, a lo largo y ancho de tu vida, y hay quienes a los cuarenta años, que ya son años, te la repiten entrecomillada con una sonrisa y encima te dicen, con todo el cariño del mundo, "maestroooooo". No me digas...
En el fragor de un partido de fútbol, como si de una batalla se tratara, un futbolista airado le lanzó a otro esta perla: "Anda, cállate bobo. Aprende a hablar español, tonto. Aprende a hablar primero, gilipollas. Eres muy tonto". Y éste, que sabe cinco idiomas, le contestó con una sonrisa. No me digas que no tiene miga y mérito.
Conoció la cárcel y la sufrió durante 23 años, por un crimen que no había cometido: entró a los 19 y salió a los 42 con su amor intacto y quien lo conoció dice de él: "Si alguien mereció el don de la vida fue Marcos Ana, un hombre íntegro, como una roca... Le recordaré siempre como un ejemplo, y no sólo de entereza. Frente a tantos falsos pedestales de heroísmo público o patriotismo privado, relatos modificados a toda prisa para fabricar demócratas entre quienes no lo eran, Marcos escogió caminar por el mundo con los pasos sencillos de un poeta y la curiosidad de quien busca dejarse seducir por las cosas pequeñas. Transparente y leal, cariñoso, tan admirable como su propia historia", Almudena Grandes. En la cárcel pedía, en un famoso poema, que le dijeran cómo es un árbol. Termina así: "22 años, ya olvidé / la dimensión de las cosas, / su olor, su aroma, / escribo a tientas el mar, / el campo, el bosque, digo bosque / y he perdido la geometría del árbol. / Hablo por hablar asuntos / que los años me olvidaron. / No puedo seguir: / escucho los pasos del funcionario". Y salió de la cárcel como lo hizo Nelson Mandela... No me digas que no es sublime.

No hay comentarios: