jueves, 29 de diciembre de 2016

EL SÍNDROME DE LA ABUELA ESCLAVA

Cuando vemos fotos como éstas nos viene el deseo de hacerles un homenaje, ya mismo. En otras ocasiones yo mismo les he cantado sus muchas virtudes y sus grandes valores. Porque se lo merecen, porque han servido para un roto y un descosido, y siguen sirviendo, para que se duerman lo nietos en los brazos mientras cocinan y hasta les quedan ganas de regalarles un postre casero de los que nunca se olvidan, y contando cuentos todas las noches antes de irse a la cama o ir de mejor gana y enseñarles a leer y a ir a derecho y con decencia por la vida y a atarse los zapatos ellos solos y tener la pasión de correr aventuras, surcar los mares o subir montañas...
Pero sin abusar. Hoy quería subrayar este punto de vista: sin abusar, porque la abuelas no son bestias de carga y la artrosis que ha comenzado a galopar por todos sus huesos no perdona pasados los años de la juventud y sus bríos, y se cansan y ya no aguantan tanto los ruidos, los gritos, los excesivos mimos, la gandulería, los malos modos, la falta de respeto, los desplantes, los cuidados, la atención constante si son pequeños y van reconociendo y aceptando que sus nietos prefieran los juegos de la PlayStation a sus cuentos de historias lejanas y consejos de los tiempos de antaño.
Porque una cosa es que les echen una mano a los hijos, por muy necesitados que se encuentren -malos tiempos los de las nuevas familias, malos tiempos- en el cuidado y la atención a los nietos, y otra es que mañana y tarde y un día sí y otro también les endilguen el niño o los niños en racimo, reconociendo muy mal que ya no están para esos trotes, aunque les reciben con todo el cariño y la ilusión del mundo cuando llegan, y les despiden con el mayor de los agradecimientos, cansados y casi muertos, ansiando que tarden en volver en esas condiciones.
Los hijos deben vivir y convivir con los padres y los hermanos de forma permanente y continua. No valen los abuelos, los tíos y otros familiares más o menos cercanos. La experiencia de la convivencia con padres y hermanos no se sustituye con nada, salvo indeseadas y lamentables excepciones.
Porque cada cual debe llevar la carga de la vida sin más pesos complementarios que, en lugar de ser en buena lid solidarios y satisfactorios, se convierten en un fardo demasiado pesado. Los abuelos ya vivieron, disfrutaron y sufrieron su etapa de responsabilidad llevando lo mejor que pudieron y supieron las riendas de la familia, y en esta nueva etapa ya no están para aquellos trotes, aquellas responsabilidades, aquel peso por muy gustoso y llevadero que fuera. “La clave es que el cuidado de los nietos sea voluntario, que el abuelo dedique el tiempo que quiera, y que esté dentro de sus posibilidades para que no se sienta sobrepasado”, enfatiza Francisco Muñoz.
Porque la etapa de la jubilación debe vivirse en plenitud, lo que exige que se les deje hacer su vida sin más vínculos y obligaciones que las puramente excepcionales. Y aun en el caso de que no se atrevan a negarse, porque se trata nada menos que de sus hijas, tanto éstas como los hijos, nueras y yernos, no deberían abusar, por el bien de sus padres o suegros, por sus hijos y por ellos mismos. La norma debería ser que la convivencia de los abuelos y los nietos sea un placer, una ayuda excepcional, y nunca una pesadilla y una carga excesiva.
Porque cada vez es más frecuente observar el síndrome de la abuela esclava, que en esencia está explicado anteriormente. Y que se resume en esto tan sencillo: Sí, pero sin abusar.

2 comentarios:

Carmen Cubillo dijo...

Los tiempos cambiaron, pero, vivir la experiencia de ver crecer y evolucionar a los nietos, es algo privativo e invariable de los abuelos. Buen Año próximo.

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Desde luego y debe de ser algo extraordinario.
Feliz Año Nuevo