lunes, 26 de diciembre de 2016

EL CANTO Y EL CUENTO LAS COSAS



De acuerdo totalmente con Quino. Es increíble lo que puede salir de un lápiz cuando se pone en movimiento: desde La Novena Sinfonía, La montaña mágica, El Romancero gitano, hasta Las señoritas de Avignon... y puedes seguir así hasta el infinito. ¿No es increíble toda la fuerza generadora que encierra un simple lapicero en las manos de un verdadero artista y genial creador? Sí, es increíble. E increíble que lo advierta y lo descubra un chavalín de pocos años.
Recuerdo un bonito comentario -lo recibí como un precioso piropo- que alguien en mi ausencia dijo de mí a unos amigos: “es capaz de hacer hablar a una piedra” que me alegró la mañana aunque no fuera otra cosa que un sencillo poema a un canto rodado, que he leído en algunas ocasiones a grupos numerosos o pequeños grupos en talleres de escritura, a quienes les he hecho escribir a su aire escritos y hasta poemas dignísimos. Ellos también hicieron hablar a las piedras y a los humildes cantos del camino. En el fondo no hacíamos más que seguir a León Felipe que nos dejó el poema bellísimo de “Como tú, piedra pequeña”. Cada cosa canta por tu boca y lleva dentro de sí un relato.
Un lápiz, sin punta, apenas dice algo porque está como dormido e inservible y en la escuela cuando le sacábamos punta despertaba y nos animaba a escribir veloces. Algo similar sucede de mayores. Es como sacarle punta a las cosas, y descubrir que tienen más lecturas y sentidos nunca imaginados. Un canto rodado, la hierba de las cunetas, una gota de agua, un copo de nieve, una capa de cebolla y otra y otra hasta que te quedas sin nada porque lo suyo es no tener corazón, una luciérnaga que alumbra en las noches de agosto tan misteriosamente increíble, una estrella diminuta como todas las que vemos y que es pura mentira que sean diminutas porque son inconmensurables..., a poca punta que les saques si te quedas un tanto ensimismado contemplándolas te llevan de corrido a preguntarte ¡qué menos! de dónde vienen, por qué están ahí, a dónde van, por qué tanta belleza que acaso nadie ve o nunca contemplará... y a poco que pongas el ojo avizor y el oído atento te cantan, te cuentan, te dictan sus secretos, su armonioso estado en un mundo acaso caótico. (“Ser el canto”, es el último libro de poesía que ha escrito uno de nuestros mejores poetas actuales, Vicente Gallego y va sobre la celebración y el hondo sentido de las cosas. Habrá que leerlo).
Unas más, otras menos, y depende de momentos, cada cual está más espabilado a una hora que a otra. Unos se levantan como motos y otros tardan en reaccionar y desperezarse del todo. Así las cosas, unas nos entusiasman y hacia otras sentimos rechazo, pero todas nos cantan, todas nos cuentan, depende de que les saquemos punta o las dejemos chatas, olvidadas a la orilla del camino e indiferentes o curiosos y entusiastas ante lo que nos brinda la vida.
Me regalo estos versos de mi admirado Claudio Rodríguez que lo dicen todo mejor y los comparto con vosotros:
“Viajero, tu nunca
te olvidarás si pisas estas tierras
del pino.
Cuánta salud, cuánto aire
limpio nos da. ¿No sientes
junto al pinar la cura,
el claro respirar del pulmón nuevo,
el fresco riego de la vida?...”.
“Pinar amanecido” se titula el poema y es todo un prodigio.

No hay comentarios: