jueves, 10 de noviembre de 2016

CUANDO SÓLO TIENES UNA ESCALERA...


Prefirió lo primero que se le vino a la mente, el presente más inmediato, lo primero y principal vivir y no morir de frío, se dijo, pero, ay, ¿cuánto se perdió en el empeño? ¿Y qué hará, cuando dentro de unos minutos se quede sin peldaños y sin escalera, sin poderse asomarse al río fértil de la vida o poder huir de esa mazmorra que le tiene al margen del amplio mar que es la libertad y de la más elemental aventura necesaria para respirar?
Yo no sé qué haría. No sé tampoco lo que harías tú en esas circunstancias. Pero sí sé que sería bueno plantearse en momentos límites lo que perdemos por tirar por la calle de en medio sin pensarlo dos veces, cuando había otras muchas calles por las que transitar con más riesgos, pero con mayores perspectivas y posibilidades. Este hombre de la imagen no lo pensó y lo primero que se le vino encima fue lo más práctico e inmediato, a ras de tierra, sin darle tiempo a la mente a prestar mayor importancia a una buena teoría y pensar a medio y largo plazo y hasta poner delante el aspecto poético de la existencia que no es nada baladí.
Otra lectura interesante es la que hacía mi amigo Gerardo Hernández Zorrosa ante esta imagen, a quien se la robé: “Es cierto que salir de la zona de comodidad nos confronta con todos nuestros miedos inconscientes. Pero también fortalece nuestra confianza en nosotros mismos, liberándonos de las cadenas mentales que nos impiden construir una vida auténtica y con sentido”.
Porque, sigamos haciendo más lecturas y dejando a la mente no precisamente en blanco: ¿qué hará este hombre cuando en breve termine con la escalera? ¿Comenzará a comerse por la punta de sus extremidades? ¿Puestos?
No sé si aquí he comentado alguna vez el magistral minirrelato de Gabriel García Márquez que he utilizado mucho en mis talleres de escritura creativa.
Estaba desesperado, y mientras se estaba yendo por la puerta falsa se iba arrepintiendo de lo que estaba haciendo, pero ya era tarde, porque en el duro suelo de la calle le esperaba la muerte.
“El drama del desencantado” se titula y dice así:
“…el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida”. Inmenso en su brevedad, no hace falta más.
Ya lo sabes -lo sabemos- cuando sólo tienes una escalera no te desprendas de ella.

Nota no tan al margen
Con cierto aire pesimista: ¿Por qué ha triunfado en el Reino Unido el Brexit? ¿Cómo pudo salir victorioso el NO en Colombia? ¿Quién entiende que haya salido triunfador Donald Trump en Estados Unidos? Y ya van tres avisos. La desesperación, el hartazgo, el miedo... puede llevarnos a decisiones mortales. En estos momentos, mientras escribo este final, oigo un grito salvador, es de José Múgica: ¡SOCORRO!

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