lunes, 10 de octubre de 2016

QUÉDATE CON SU MIRADA


Parece demasiado, así, a simple vista, pero ¿quién eres tú, quién soy yo, para criticar a la vieja por tragarse el humo de ese cigarro gigante? Si ya no la ha matado, no creo que a esta altura de su película se atreva nadie a hacerle daño, incluido el humo venenoso de ese nocivo tabaco.
A mí me sobran esos ojos que lo están diciendo todo a poco que nos quedemos un rato reposando en ellos la mirada, porque esos ojos están de vuelta de muchas cosas, por ejemplo, de recibir lecciones de los sinvergüenzas de cuantos han pasado a su lado, cínicos de pacotilla, corruptos de lodo y mierda, hipócritas que se lavan en agua bendita cuando están haciendo de las suyas como la de dejar en ayunas y al desnudo al que pueden, y de quienes le dictan lo que tiene que hacer, pensar y cómo comportarse en cada momento... y las recibiría porque aún a su edad, demasiado avanzada, sigue queriendo absorber cuanto a su lado pasa de enseñanza, como poder alargar su estatura y su mirada más allá de sus cuatro cosas, las tapias de su raquítico huerto y ver otros huertos y otros pueblos más grandes que el suyo, y ya no va a la escuela porque le trae de cabeza el reúma que ha anidado en todos sus huesos, pero iría de muy buena gana para volver a aprender mejor las lecciones que nunca debió olvidar y subida al caballo de El Quijote lanzarse contra los molinos de siempre: la injusticia, la vulgaridad, la indecencia, la ignorancia. Al final se queda con todo lo bueno que ha visto y agradece lo que la vida le ha dado y a quienes han pasado a su lado con su luz.
Yo veo detrás de esa mirada mucha vida, mucho coraje y todas las ansias de querer seguir viva, no arrojar la toalla por nada del mundo, y continuar haciendo un corte de mangas a quien ha dado mil pruebas para merecerlo, como continuar barriendo la portalada para tenerla guapa y decente y preparar el guiso y el postre que a los nietos les vuelve locos.
Amigos míos, entrañables amigas, si os parece bien, quedaos con esa mirada y su coraje interior. Os hará bien. No deja de ser la mirada sabia, tensa, con muchos siglos a la espalda, sin perderse esa mano experta con la que sostiene un cigarro que quita el hipo y el aliento y esas nubes que nimban y adornan su cabello.

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