lunes, 24 de octubre de 2016

LA EXAGERACIÓN NOS PUEDE


La exageración nos puede y nos lleva a hacer y decir cosas que producen sarpullidos en la piel y vómitos en el alma. Y si no ved lo que ya habréis visto, oído y leído:
"Este es el año más complicado de nuestra historia reciente. Han derribado nuestra columna vertebral, la que sustentaba las fiestas, y han conseguido extraernos parte de nuestra idiosincrasia", sostiene el alcalde de Tordesillas al referirse al Toro de la Vega. Analicemos su discurso:
“El año más complicado de nuestra historia”. ¿Puede decirse una exageración mayor? ¿Ha leído toda la historia y la ha vivido de cerca para sopesar las verdaderas complicaciones de una localidad en torno a los temas esenciales de la vida?
“Han derribado nuestra columna vertebral”. Esto es un más difícil todavía. No puede ser verdad y si lo fuera qué pena y desgracia la de un pueblo con una columna vertebral sobre una tradición tan endeble puesta en tela de juicio por gran parte de la ciudadanía. Por fortuna, Tordesillas tiene una espléndida columna vertebral.
Y tercera exageración: “Han conseguido extraernos parte de nuestra idiosincrasia”. Este edil no se ha enterado de lo que se significa idiosincrasia. Según la RAE: “Rasgos, temperamento, carácter, etc., distintivos y propios de un individuo o de una colectividad”. ¿Ir a ver pasar un toro -la inmensa mayoría- o lancearlo y matarlo por un grupo reducido define la idiosincrasia de un pueblo?
Puestos, podemos pasar revista a los partidos de fútbol históricos, los goles que hacen historia, los jugadores que pasarán a la misma por el simple hecho de haber metido algunos goles o hacer algunas buenas jugadas, nada más. No hace falta que saquen pecho por tan pocas cosas. Es ridículo.
La división entre “buenos y malos” a los que nos tienen acostumbrados algunos políticos es un insulto a las mismísimas estrellas. Él y los suyos, los buenos; el resto, los malos. ¿No se dan cuenta estos señores de tamaña simpleza? Además de exageración una rotunda estupidez.
La novela del año, de la década, dicen algunos críticos sin que les tiemble el bigote, si lo tienen, y si no, el pulso crítico y mínimamente profesional. Para pasar a decir lo mismo de otras a los pocos días. ¿Quién lo entiende? Yo mismo debo sujetarme, porque cuando una obra me gusta me desbordo enseguida.
Una expresión que ha hecho furor y que a muchos nos pone de los nervios: “Poner en valor”. Y otra que usan desde hace tiempo muchos políticos, no la sueltan, y que algunos que no lo son se han dejado llevar bobaliconamente por la misma pendiente: “Como no podía ser de otra manera”.
Por no apelar, que también, a los adjetivos repetidos hasta la saciedad, la exageración y la pobreza del lenguaje: “genial y espectacular”. El genial hay que usarlo con la exactitud que exige el término, pocas veces, y espectacular, de igual forma, porque no puede servir para un gol de Messi, la catedral de Milán, un vestido de novia, un cocido o las cataratas del Niágara: existiendo otros más adecuados: bellísimo, grandioso, suculento, formidable, prodigioso, magistral, excepcional, extraordinario, magnífico, precioso, espléndido, perfecto, óptimo, insuperable, buenísimo, soberbio, admirable, maravilloso, impresionante, estupendo, muy lindo... Pues no, te levantas por la mañana con buen ánimo y te lo quitan, porque en la escalera, en el bar, en la panadería, en la radio, en la televisión, en la prensa... te inundan con los adjetivos de marras: “genial” y, por encima de todos, “espectacular”.

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