SIEMPRE MALALA

Y con ésta ya van tres las entradas sobre Malala. Además de seguir seduciéndome su biografía y esa sonrisa excelsa hoy no puedo más que quedarme con ese aforismo-discurso breve-breve y profundísimo.
Quédate conmigo un poco, pero mejor con el niño que implora Malala, porque él nos salvará y salvará este mundo. ¿No te das cuenta, sí que te das, que con ellos se para el pulso y el universo para darle otro ritmo, mucha más vida y todo el futuro posible?
Un maestro: nos faltan maestros y hay que buscarles por todas las esquinas, porque debería haber uno al menos en cada una de ellas para saber por dónde seguir, qué camino escoger, dejar que se non hinche el pecho a lo fatuo y que nos ayude a escoger los mejores caminos y a volver a deletrear la vida con otro sentido que el aprendido más mal que bien.
Un libro, aquí, siguiéndola a Malala, y lo que ella quiere decir, pero para que no haya duda alguna, habrá que matizar: muchos libros, muchas ideas, dispares opiniones, y al mismo tiempo lejos del seguimiento obediente y monocorde de un solo libro, puesto que la belleza y grandeza de este jardín que nos ha tocado en suerte está en el conjunto, aunque de vez en cuando nos sintamos arrobados contemplando el tallo más minúsculo o la flor más escondida.
Y un lápiz para dar nombre a las cosas, hacer el relato que siempre nos está aguardando, escribir nuestro diario más personal, enmendar lo torcido y destrozado, historias para nuestro propio recreo y regocijo y compartirlo, porque quién sabe si les servirá a los otros a recrearse y animarse a hacer lo mismo. Sacando punta a un lápiz pueden -de hecho así ha sido ya y puede segur siendo- escribirse las historias más formidables, componer las sonatas más armoniosas, sacar de la chistera los retratos más asombrosos.
Un niño, un maestro, un libro, un lápiz..., y una mujer como Malala, si con ellos no se salva este mundo no hay Dios que lo salve. Así de fuerte.
Y como fondo musical esa perfecta y certera idea:
La educación es la única solución.