viernes, 2 de septiembre de 2016

EL BESO QUE SUPO ESPERAR




Fotografía: Sabine Weis

Materiales para una historia a discreción:

Lo primero es lo primero y lo fundamental: mirar detenidamente, esta vez la imagen de la famosa fotógrafa francesa de origen suizo, Sasine Weis, apodada como “la última humanista de la fotografía”, y dejarse llevar...
No te pierdas la trompeta de músico callejero y el sombrero de hombre echado para atrás, coqueto y bebedor, el pelo rebelde de quien va a derecho por la vida, las arrugas que el tiempo ha ido arando implacablemente en el rostro, y no digamos nada del pañuelo puesto con el arte que solo algunas viejas de los pueblos saben, los ojos saliendo de un jardín de arrugas encantadas y la sonrisa para el desmayo que nos lleva a la niña que fue y la joven que deslumbró...
Y preguntarse: ¿Por qué ha dejado de tocar el músico? ¿A qué viene ese beso? ¿Por qué ella mira sin mirar deteniendo la mirada y dejando que se mezclen mirada y sonrisa? ¿De dónde le viene esa risa tan agradecida y tan de dentro?
Y comienzas a darle aire a la imaginación:
Tal vez se conocieron de niños.
Tal vez a los ocho años él ya la perseguía.
Tal vez ella comenzó a no hacerle caso.
Y nos preguntamos por qué fue el inicio de un largo rechazo y por qué él seguía sus pasos sin desmayar y por qué...
Y pasa el tiempo, él persiste y ella le sigue contrariando, repitiendo el mismo proceso de los protagonistas de la extraordinaria novela de Gabriel García Márquez que hemos leído muchos con tanto deleite: “El amor en los tiempos del cólera”.
Y hete aquí que llega un día de fiesta cuando ya han entrado en años, como se ve a la vista: él con muchas historias que podrían contarse entre aventuras picarescas, propias de un músico bohemio y tarambana; ella soltera y sola en la vida con menos anécdotas amorosas que contar, a no ser que cojas el hilo inabarcable de su biografía...
Y en mitad del baile él la ve y manda parar. Le dedica la próxima pieza. Aún se acuerda de su nombre y sus dos apellidos, y dice que sigue pensando en esa mujer como el primer día y ella se ruboriza, pero detiene el rubor y deja que afloren las cosquillas del estómago, o algo así, tú verás.
La invitan, por ejemplo, a acercarse... y sube al escenario... y es cuando él, coge fuerzas y, trompeta en mano, se lanza a darle el beso que tenía guardado desde la lejanía de los ocho años, y ella no tiene más remedio que sacar la misma mirada de siempre que comenzó de niño a trastornarle, y tras su sonrisa tierna y socarrona, no tiene más salida que decirle que sí, que ella también le quería, y que a qué esperar más, porque ahora sí sabe que es fiel y constante y no es el momento de perder más el tiempo.
¿No te parece que esos rostros, con esa vida tan larga y tan esperada por parte de él y quién sabe si por parte de ella, se merecen un final feliz de los que hacen época?
Aunque en el fondo a mí lo que me gustaría es saber su historia verdadera desde el principio de sus días hasta ese encuentro tan fascinante, pero no deja de ser hermoso dar pasto a la imaginación e inventarse mil historias dispares y hasta disparatadas.

1 comentario:

Carmen Cubillo dijo...

Bella imagen, bello texto.