viernes, 12 de agosto de 2016

PENSAMIENTOS TRABADOS



No falla. Te detienes, cuando paseas, porque algo te ha llamado la atención. Subrayas, cuando lees, una frase, un verso o todo un párrafo porque, de alguna forma, ha estado bullendo en ti durante algún tiempo una idea similar. Otras veces es porque estás cansado o, también, porque ha sido simplemente, un gran descubrimiento, y no se te había ocurrido ni de coña.
En éstas, cuando estaba leyendo al gran poeta catalán Joan Margarit, me topo con un poema titulado “Joan Maragall”, considerado como uno de los padres de la poesía catalana modernista, que comienza así:
“Los viejos constructores / dejaban en el muro de fachada / unos sillares que sobresalían / hacia el solar vecino para que, / cuando lo edificasen, ambas casas / quedaran bien trabadas”.
Quien me sigue de cerca y desde hace tiempo sabe que es casi algo obsesivo en mí no terminar cuanto escribo con un punto final, invitando de forma directa o indirecta a continuar alargando el discurso para enriquecerlo. Pero no conocía esa costumbre de los viejos constructores que me ha encantado y por ello me he detenido visualizando la imagen estupenda y tan significativa de los sillares que sobresalen para que los que vengan más tarde traben los suyos y surja una obra compartida y compacta. Y sigue Margarit evocando la obra del gran poeta modernista:
“... Maragall / dejó sillares para que, a su obra, / pudiéramos un día asir la nuestra”.
Siempre he dicho, aprendido de alguien, eso es seguro, que no puede haber discursos, escritos, opiniones... con punto final, porque el lector (o el oyente) entre otras cosas, es creador, un ser vivo, despierto y despejado, generalmente, que puede llevar la contraria al vecino de enfrente, cuando es menester, admira lo bello y lo profundo, agradece lo luminoso y lo sabio, se entusiasma con lo original y lo apasionado y, si está en vena, es capaz de añadir tímidamente algo de su humilde cosecha, pero cosecha, al fin y al cabo.
Por eso es tan importante no correr en exceso cuando se lee, sino detenerse y que dé tiempo a crear y recrear, asombrarse con lo que se está leyendo si a ello da lugar y trabar unas ideas con otras para que el diálogo sea más rico. Y si vamos de ruta turística pararse, no tanto para fotografiar, que también, como para ver¸ leer, mirar y contemplar con la lentitud debida.
Termina Joan Margarit admirando y agradeciendo la enseñanza de Maragall, el poeta, cuando dijo que un poema, un buen poema, “es siempre compasivo”. ¿Querría decir: trabado, porque se une a lo que han dicho otros muchos antes y seguirán añadiendo muchos más en un sentir común, alargado, plural y compartido?
“... porque la compasión / resulta imprescindible si buscas la decencia”, así concluye Margarit su poema y tú detienes el aliento, ante esta otra perla, para re-pensar y con-sentir, com-padecer y alargar el pensamiento del otro con el tuyo.