viernes, 19 de agosto de 2016

INTERCAMBIO GENERACIONAL



Ella te enseñó a leer, no lo olvides nunca, aunque se ve que no lo has olvidado por el interés que estás poniendo en ayudarle a hacer las tareas que el psiquiatra os ha encomendado, y te leía y contaba cuentos para que durmieras y soñaras con bellas historias y ahora ha cambiado la suerte y eres tú quien le tiene que entretener poniendo colores a las cosas, porque se le ha ido el santo al cielo y la memoria está huyendo al mundo de la nada y del olvido. No te esfuerces en intentar siquiera entender lo que le está pasando y por qué se secan las fuentes de su memoria: no hay Dios que lo entienda ni sabio que sepa descifrar tal misterio.
Pero haces bien, hasta el último momento es importante sacar las palabras aunque sea a gancho, los colores perdidos cuando ya solo quedan los colores desvaídos de las telarañas, las manos... -te has detenido en las manos porque sabes lo que a ella le importaban-: ya no tejen, ni cuidan de la lumbre, ni pueden lavar los pañales porque ya confunde las edades, ni lavan la colada en el arroyo, porque de ir se perdería en el camino, ni hacen la matanza -no había nadie en el pueblo que le salieran como a ella los chorizos-, ni dan la propina a los nietos -¡cómo se encendía la chispa de la vida y la generosidad cuando lo hacía!-, ni acarician al abuelo cuando se levantaba quejica y con dolores y le preparaba el almuerzo como a él le gustaba y como era día de fiesta le descorchaba una botella de buen vino de su bodeguilla, no atinan a colorear las manos del papel, ella que bordó decenas de mantelerías para la casa y paños para el altar de la Virgen del Carmen de quien era muy devota, ni saben ya de coletas, ni de moños, ni de peinado alguno porque se lo dan todo hecho y hasta eso se le ha olvidado, ah, y no te esfuerces en que diga tu nombre, porque no lo sabe, ni sabe quién eres, sólo sabe responder a una sonrisa, una mueca, un detalle, una caricia. Pero eso sí, esos dáselos con largueza porque es el único reducto que le queda.
Me hace bien la imagen, me devuelve la ternura que a veces se me extravía, y la concentración en la tarea, seguir deletreando en el misterio de la vida para penetrar un poco más en los rendijas por donde se ve un poquito de luz, el respeto mutuo que se deben y se regalan la una a la otra: la mayor, valorando a su modo las cualidades y virtudes recienoliendo a frescas de la joven y la joven rindiendo tributo y veneración a quien lleva con tanta dignidad el pelo blanco y el alma de niña de nuevo. Me hace bien, espero y deseo lo mismo para vosotros: mis queridos amigos, mis entrañables amigas.

Nota no tan al margen. Te dejo unos versos de un poema que escribí recientemente sobre este tema, pensando en persona muy allegada:
Cómo llamar vida
donde no anidan las palabras,
que huyeron en desbandada y sin levantar
el vuelo,
nadie sabe cómo, ni por qué, ni con quién,
pero un tsunami devastador secó las fuentes
de la memoria más envidiable y envidiada,
para ser ya solo la sombra mortecina
que se va apagando a merced de un viento
inclemente y feroz,
que se lleva las neuronas de par en par
y de mil en mil pedazos de ceniza y polvo.

2 comentarios:

Carmen Cubillo dijo...

Logras a través de la reflexión y la belleza del poema, hacernos pensar...si un día nos toca...

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Un beso, Carmen