viernes, 15 de julio de 2016

LOS CALDEROS DE LAS PENAS



Tiene Antonio Gamoneda un brevísimo inmenso poema del libro “Blues castellano” -quizá su libro más narrativo y más claro, se ha dicho con acierto- que le va como anillo al dedo a esta fotografía. Se titula “Blues de la escalera”, aunque no importa que en este caso no aparezca la escalera, porque tanto allí como aquí el paisaje va por dentro y las cosas exteriores quedan arrumbadas ante la densidad del interior del ser humano: la mujer en ambos casos.

“Por la escalera sube una mujer
con un caldero lleno de penas.
Por la escalera sube una mujer
con el caldero de las penas.
Encontré a una mujer en la escalera
y ella bajó sus ojos ante mí.
Encontré la mujer con el caldero.
Ya nunca tendré paz en la escalera”.

Éste es el poema, corta el aliento y hace trizas la obsesión de confort y felicidad que nos domina y nos anestesia. La fuerza de las imágenes es tanta como las pocas palabras que le dan la máxima trascendencia a la imagen que intentan explicar.
Aquí nos encontramos con una mujer, verdaderamente anciana, con unos brazos robustos ¡lo que habrán acarreado y trajinado esos brazos! y unas manos que han hecho los mil trabajos de la casa en tiempos de dureza, austeridad y tareas de sol a sol sin exceptuar la noche. No puede con el alma, como deja traslucir su cuerpo doblegado, los dos calderos llenos de penas, tantas que, igualmente, como en el poema, se convierten en los calderos de las penas. Y si nos da tiempo a detener la respiración, importa que la imagen pase por las vísceras hasta llegar al cerebro sin prisas y con la obligada lentitud, con lo que ya nunca tendremos paz ni en la escalera ni al pasar por la fuente, porque ya no será solo fuente, sino un chorro de abatimiento de una mujer muy mayor que no puede ni con el alma ni con la vida, mucho menos para llevar a cuestas los calderos de las penas que deben de ser muchos, y que no nos permite, al menos por un rato, hablar de frivolidades y caer en ningún tipo de banalidad que todo lo corrompe.
¿Cómo no ver tras esa fotografía y este poema muchos momentos de las madres y de las abuelas que nos han precedido y que alternaban los gozos y las sombras, con enorme dignidad, aunque a veces pareciera que sus calderos eran los calderos de las penas?

1 comentario:

Carmen Cubillo dijo...

El poema bello, tú reflexión sobre la imagen llega al alma.