martes, 12 de julio de 2016

LA LECCIÓN DE LA CEBOLLA



Comenté hace tiempo, tras la lectura del poema “Como tú, piedra pequeña” de León Felipe, que si el canto rodado que nos sale al encuentro en el camino no nos dice nada no es culpa suya, es nuestra, porque como seres inteligentes que somos y de lo que nos orgullecemos, quizá, en exceso, esa es la verdad, deberíamos leer los mensajes muy claros que lleva escrito, como todas las cosas, en su esencia más pura. Y hasta me atreví a escribir un pequeño poema.
Así la cebolla: es un mero conjunto de capas que después de ir pelándolas te encuentras con que no tiene núcleo, su esencia está en las capas y será empeño vano seguir buscando. Y si sacamos consecuencias desviadas al usarla como metáfora pudiera suceder que los desviados seríamos nosotros al no descifrar con corrección su lenguaje.
¿A dónde quiero ir? A donde el camino me lleve.
Sucede que con frecuencia nos precipitamos al enjuiciar la personalidad de aquellos a quienes creemos conocer y enseguida, dando de lado su plural personalidad, como la de todo hijo de vecino, nos quedamos en una sola faceta, como si quisiéramos definir a la cebolla por una de sus muchas capas con lo que además de cometer un craso error somos injustos. Una sola capa en absoluto define a la cebolla, como no lo hace un solo rasgo de la personalidad de cualquier ser humano.
Ahí quería llegar, bien elemental el mensaje, y necesario frente al comportamiento que a veces tenemos como vulgares cantamañanas y pésimos tertulianos sin profundizar en la esencia de las cosas y en el retrato completo de las personas a quienes estudiamos, juzgamos y vilipendiamos. En el fondo y en la forma, un respeto, amigos, un respeto como norma elemental de acercamiento a los otros y de sana convivencia.
Ya ves, parecía la cebolla un ser elemental de muchas capas y ninguna esencia, sin núcleo, sin pedigrí y estábamos confundidos por no saber leer ni descifrar su mensaje y su esencia.

Si no conoces la “Oda a la cebolla” de Neruda te recomiendo su lectura, comienza así:

“Cebolla,
luminosa redoma,
pétalo a pétalo
se formó tu hermosura,
escamas de cristal te acrecentaron
y en el secreto de la tierra oscura
se redondeó tu vientre de rocío”...

Y termina:

“Eres para mis ojos
globo celeste, copa de platino,
baile inmóvil
de anémona nevada
y vive la fragancia de la tierra
en tu naturaleza cristalina”.

No tiene desperdicio, te lo aseguro.
Pues eso: la lección de la cebolla.

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