viernes, 8 de julio de 2016

ALAS Y RAÍCES



Tiene esta imagen, sin duda, su belleza, pero a la vez un fuerte desasosiego: sobre un campo azul florido una bella mujer, porque no puede no ser bellísima, con ese pelo hasta la cintura, un sombrero que sostiene con donaire con sus manos y ese vestido que se deshilacha en los bajos, no es difícil adivinar unos ojos negros de mirada profunda, una nariz equilibrada y una piel suave y tersa. Pero navega sin rumbo, levita en el aire y le falta una de las cosas fundamentales de la existencia de todo ser, poder apoyar su cuerpo en el suelo, echar raíces, dominar la tierra, asentarse en valores, para así permitirse el lujo de echar a volar, ocupar y atravesar el firmamento, libre, veloz y con rumbo seguro.
Nos lo dijeron muchas veces y de muchas maneras: que tu vida esté adornada de alas y dotada de raíces. Las alas para correr las aventuras de que sea capaz la imaginación y las raíces para encontrar la solidez necesaria para fundar una casa, construir una obra bien cimentada contra las vaivenes del viento airado y la vida en descomposición. Siempre he recordado el último endecasílabo del genial soneto de Blas de Otero sobre lo que es “ser hombre” de su libro de poemas, Ángel fieramente humano, que termina así: “Ángel, con grandes alas de cadenas”, y que hoy se me antoja cambiar por éste que no hace falta que esté a su altura: De grandes alas y raíces hecho, que para el discurso que me traigo entre manos nos vale.
Grandes alas para volar alto y recorrer todos los mundos posibles porque, además de que la vida es corta, el mundo siempre nos resulta demasiado reducido y estrecho y necesitamos, como el aire, más aire, más espacio, más mundos y más vidas, 500 vidas es el título de una bella canción de Amaral, y uno piensa a veces que, ¡qué menos de 500! Grandes alas para soñar en volar y ya que podemos soñar usemos las alas. Y raíces que se hunden en la tierra con fuerza como todo árbol que se precie, pues para poder dar esa sombra o esos frutos tiene necesidad de raíces profundas.
Por eso esa imagen apenas nos sirve si no es para urdir estos pensamientos y pasar enseguida página porque no nos vale ni para volar con un proyecto de vida ni para echar raíces con el deseo imperioso de dar fruto.
“Raíces y alas,
pero que las alas arraiguen
y las raíces vuelen”,
también, como quería Juan Ramón Jiménez, cambiándonos, una vez más, el paso, y poder conformar esa estupenda simbiosis en nuestras vidas.