lunes, 16 de mayo de 2016

AHÍ DONDE GUARDAS TUS SECRETOS



Todos guardamos nuestros secretos con siete llaves y, ay de nosotros si no lo hiciéramos, nos quedaríamos demasiado desnudos sin venir a cuento para pasto de aves carroñeras o, lo que es peor si cabe, alardeando de nuestros errores con falsas humildades. ¿Para qué ventilar al viento lo que el viento no requiere ni necesita? ¡Bastante rumor de olas contaminadas lleva y bruscos remolinos que solo hieren la limpia mirada de los ojos para que tengamos que echarle más leña al fuego! Están bien ahí, en esas maletas solo oxidadas por fuera por el tiempo transcurrido, y ahí deben estar por ahora y siempre y hacer el viaje definitivo junto a tus cenizas o al albur de la descomposición entre los huesos y la tierra humedecida.
Ahora bien, lástima que no tomen algunos de nuestros secretos la mano fina de un escritor sabio y prudente, capaz de extraer hermosas historias y profundas biografías. Nos lo han dicho los mejores que en toda vida hay escondida una estupenda novela. Solo faltaría el cambio de nombres y lugares y entre clavo y pimienta añadir lo que la imaginación debe dar, cuando se pone de pie, a lo que fue real. Ojo con el realismo puro y duro: lo bueno del pintor es que añada los nenúfares o girasoles que lleva dentro a los nenúfares y girasoles que todos hemos visto mil veces - nos lo dijeron los buenos maestros que tuvimos y nos educaron la mirada, recuerdo que alguno de ellos nos dijo para siempre, eso no se olvida, que lo bueno de un cuadro de manzanas no es que te apetezca comerlas, sino que te haga descubrir más mundos que el de las simples manzanas-; el arte del escritor está en que con los materiales que le brinda la realidad él sepa urdir y entretejer las tramas por donde la ficción le va llevando, porque si no añade nada qué es ser escritor: ¿solo copiar? Matisse contaba: “Cuando pinto una puerta, hago un autorretrato”. 


Estoy enfrascado en el libro “Léxico familiar” de la extraordinaria escritora italiana, Natalia Ginsburg, con el que consigue una muy buena novela, utilizando los materiales de su infancia y juventud, principalmente las frases que se decían en casa. Simple y llanamente, pero que dan tanto de sí por una mano que roza la excelencia en todo lo que toca.
Volvamos al comienzo que me he ido un pelín: guarda -guardemos- los secretos, como oro en paño, y no solo porque descubran demasiado nuestras intimidades con aciertos, virtudes y vergüenzas, sino porque no le pertenecen a nadie más que a nosotros mismos y hemos decidido que estén donde deben estar: cerrados con las mejores siete llaves.
Ahí donde guardas tus secretos está tu corazón y están divinamente acompañados.

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