viernes, 8 de abril de 2016

ME CONFIESO CUANDO YA NO ME CONFIESO




Me confieso aun cuando hace siglos que no lo hago, precisamente desde que me reconcilié con “el demonio, el mundo y la carne” de los que me hice amigo y así lo declaré en unos versos malditos.
Como daría para un libro intentaré concentrarlo en diez puntos y en poco más de un folio:
1.- Vivo en una permanente contradicción: me siento poco más que un chaval, o un chaval sin más, y por años soy más viejo que la orilla del río que decían en mi pueblo. No sé si avergonzarme porque llevo moderadamente bien las dos cosas.
2.- Me siguen gustando los grandes placeres de la vida y, por ejemplo, mi vista descansa y se recrea en (casi todas) las mujeres y su entorno -como buen alumno del Arcipreste de Hita-, el paladar disfruta del buen vino acompañado de una comida sabrosa, y la mente y el corazón frecuentan los vericuetos de una charla amistosa, un buen libro y un larguísimo etcétera, en el que nunca deberían faltar los besos y los abrazos muy a menudo.
3.- No me confieso como dije arriba desde que dejé de creer en muchas cosas y comencé a creer en muchas más del más acá, y del aquí y del ahora, sin dejar de un lado el pasado y el porvenir.
4.- Como estoy en la década de los 70 y muchos, debo decir, por si le vale a alguien, que, probablemente, las mejores décadas de mi vida, en muchos aspectos, han sido las décadas de los 60 y los 70, aunque parezca mentira, y sigo esperando y deseando que el cuerpo aguante y primordialmente la mente. ¿Pecaré de soberbio? Temo que los ochenta ya no sean así y mucho menos los noventa. A la muerte, aunque no la desee, no la temo, en esto al menos quiero ser caballero y dar paso a las nuevas generaciones, pero a la vida, sin lo que se dice vida buena, no la quiero ni medio segundo.
5.- Aunque para mucha gente soy una buena persona, yo no me fiaría tanto, porque sobre mis espaldas y mi conciencia van, ¡cómo no en una mochilla tan abultada!, miles de errores, meteduras de pata, no estar a la altura, no pocas faltas y fallos de todo tipo, más de una estupidez y sobre todo no estar allí donde se me esperaba o donde debía estar.
6.- El punto anterior debe desdoblarse y ampliarse para pedir perdón y disculpa por mis sombras, mis torpezas, mi insensibilidad, mis momentos de indecencia, estar a uvas cuando había que estar a setas..., no haber dado más parte de mis bienes, de mis dineros y no haber compartido mucho más mis cosas, mi tiempo y todo cuanto soy y tengo, ah, y no haber dado todos los besos y abrazos que debí dar y recibir.
7.- Nunca he escrito tanto como en los últimos años y, aun cuando empecé a hacerlo muy pronto, he tenido largas temporadas sin escribir una letra, pero ahora me sorprendo a mí mismo, con algunas dudas de si doy demasiado la vara y abuso del personal y de las buenas amistades que me siguen, y si habiendo tanto donde leer entretengo con naderías de tres al cuarto y les hago perder el tiempo. Perdón y gracias.
8.- Aunque critico sobremanera todo rasgo de quien se mira en exceso al espejo y a su propio ombligo y solo le interesa su yo, mí, me, conmigo, hay veces que me pillo ante el espejo y ante el ombligo dando vueltas, sin salir de mi yo, mi mí, mi me, mi conmigo.
9.- Una vez declarados mis pecados veniales, mortales y de toda índole y condición, me arrepiento de cuanto tonto, malo y torcido he cometido, me avergüenzo de mí mismo, pido humildemente perdón, propongo enmendarme, aunque sea viejo -y no me guste parecerlo- ya que siempre he creído que nunca es tarde, y estoy dispuesto a cumplir la penitencia que me impongáis, mis buenos amigos y mis admirables amigas, ante quienes me confieso. Gracias por escucharme.
10.- Sí, lo sé, y tanto me he dado de bruces con el soneto excelente de Blas de Otero que le robo el último verso y lo hago mío:
“Ángel con grandes alas de cadenas”, por mucho que mis adorables amigas lo nieguen.

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