martes, 12 de abril de 2016

AGUA QUE NO HAS DE BEBER...





Ya lo sabes, todos lo sabemos: agua que no has de beber, déjala correr, porque lo hemos oído desde niños como ese sonsonete que se queda y se queda y es difícil salir indemne de él, pero me pasa como con muchos refranes, latiguillos, frases estereotipadas, verdades inmutables... que me sacuden la conciencia y me apetece llevarles la contraria. Agua que no has de beber... ¿y quién te impide que la saludes a tu paso, que mojes los labios o metas las manos para refrescar el alma o agradezcas lo que te regala constantemente la vida con ese líquido, el más preciado? ¿Quién te lo impide? Solo después, déjala correr y desea que surque por los mejores valles y arboledas y sacie la sed de cuantos tengan sed.
Están ahí, tan bien puestas, tan estupendamente plantadas, derrochando serenidad y belleza, acaso cierta picardía, o un dolor profundo que viene de lejos y está dejando mella, que cómo pasar sin el temblor de la emoción, sin detenerse y, qué menos, dejar tu asombro, tu admiración y el deseo irrefrenable de un beso en las mejillas, una palabra virgen, un instante a su lado si lo necesitaran. ¿No me digas que no te apetece quedarte un momento y, deteniendo el tiempo, extasiarte, contemplando tanto fulgor, dejarles un ramo de rosas frescas a sus pies y esperar un beso agradecido bajado del mejor de los cielos posibles.
Claro que es agua que no beberé, pero permíteme contemplar toda esa hermosura, pues no deja de ser triste y un poco sin sentido que una sola flor se muera en algún rincón del mundo sin que nadie haya podido verla, tocarla con delicadeza, como la luz sobre el cristal, sin romperla ni mancharla, y celebrar la increíble belleza de la vida. Y después, solo después, que corra.
“Donde viste la luz, sigue la luz,
y allí donde los cuerpos estuvieron
siguen las olas mojando las arenas;
donde oliste la flor, zumban abejas
nuevas, y otros veleros tiene el mar”. Francisco Brines
El poeta nos lleva de la mano para seguir la estela de la luz que hemos descubierto y a no desmayar porque allí donde gozamos o vivimos simplemente otros lo harán después de nosotros, porque las olas siguen mojando las arenas, y tras las flor que olimos un día van llegando cada primavera otras muchas y otros veleros acompañan al mar hasta que haya vida en el planeta. Porque la vida sigue, se renueva y es así de bella y generosa.
Agua que no has de beber..., ¿no será el mismo discurso de quien aconseja poner puertas al campo? Bebe, como Dios te dé a entender, agua de todos los manantiales, y después, solo después, déjala correr.

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